Importante para mi.

55 13 29
                                    

«Eres mi realidad, aunque esté perdido en un sueño. Eres la primera, eres la última, mi todo».

Barry White

*

*

―¡No! ¡Por favor, déjame ir! ¡Suéltame!

Tal vez por el alboroto ninguno de los dos oyó el galope de unos caballos aproximándose al lugar. Pero entonces, en medio del forcejeo, Kagome sintió que repentinamente uno de sus costados de la cintura había sido completamente liberado. La Capitán miró a su amigo, pensó que este finalmente había cedido, pero entonces, vio que Kōga se estaba cubriendo el costado de su rostro con su propio brazo en cuya carne tenía clavado un tantō. Un tantō que estaba dirigido al cuello del Comandante, pero que gracias a los buenos reflejos de este; falló. Un tantō que en su empuñadura tenía grabado el kamon que representaba al clan del daimyō del norte.

A Kagome se le fue el alma.

«¡Mierda!... —expresó para sí con espanto—. Ese tantō es... de Bankotsu Takeda».

―¡Kagome!

Aquel nombre fue pronunciado desde la distancia, con furia y tal desespero que pareció haber desgarrado la garganta del joven daimyō y la quietud de la noche.

«¡¿Qué... ? ¿Qué está haciendo él aquí?! ¿No debería estar ocupado con Ime en su habitación?», pensó sorprendida. Con el irremediable temor de que Bankotsu la haya descubierto.

Los dos escoltas del daimyō llegaron tras él, segundos después, y Kagome se sintió acorralada en medio de ese bosque.

―¡Revisen los alrededores! ―ordenó el daimyō a sus escoltas y estos galoparon de inmediato alejándose del lugar.

«Cálmate...». Kagome se habló a sí misma. Intentó mantener la mente fría y pensar que no iban a encontrar a Ryû, porque ya había pasado bastante tiempo desde que los hombres de Kōga se lo llevaron. Era mejor concentrarse en encontrar un modo de salir de este problema sin que Kōga resultara más herido de lo que estaba, o peor aún: sin vida. Así que, dispuesta a solapar cualquier sospecha que Bankotsu pudiera formar sobre ella, se inclinó cordialmente para saludar al daimyō, pero una ráfaga de viento emitida por Yoru removió bruscamente sus cabellos. Bankotsu había pasado veloz junto a ella sin dejarle la más mínima posibilidad de pensar en algún plan.

Kagome abrió sus ojos impactada y miró hacia atrás con una expresión de espanto. Su alma regresó a su cuerpo solo cuando vio que Kōga había tenido excelentes reflejos. Por suerte, el Comandante Okami había desenvainado su katana y evitó ser decapitado por la hoja filosa de Banryû. No obstante, Bankotsu no era de los que se iban con cuidado. Con una destreza aprendida en incontables batallas, el joven daimyō saltó de su caballo para arremeter nuevamente contra el soldado; esta vez, lo atacaría cuerpo a cuerpo.

Kōga no dejaba de sangrar de su brazo herido. Retrocedió varios pasos mientras recibía en su katana la fuerza de Banryû. ¡Era realmente impresionante! No sabía si era la fuerza que empleaba Bankotsu o el poder que parecía salir de esa enorme alabarda, como si más de una veintena de hombres la empuñara a la vez; parecía que la fina katana del Comandante se iba a romper en cualquier momento.

Bankotsu avanzaba a rápidas zancadas; no le daba respiro a Kōga, quien miró hacia atrás para redirigir sus pasos en reversa y evitar caerse, pero Bankotsu era un as para encontrar oportunidades y quebrar las habilidades de quien fuera su oponente. Aprovechó la distracción y lanzó una patada frontal directa en el pecho de Kōga, quien cayó al suelo golpeándose fuertemente la cabeza contra una roca. El golpe lo aturdió demasiado, aunque siguió consciente. Parpadeó con lentitud intentando enfocar, pero sentía que se desvanecía. Miró hacia arriba y pudo distinguir apenas, el brillo asesino de la hoja de Banryû iluminada por la luz de la luna. La sensación que Kōga sitio se comparaba a estar maniatado bajo una guillotina que está a punto de cortar tu cabeza, sin poder hacer nada para librarse de ella.

Entre tu orgullo y el míoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora