Concepto de honor

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... «Todos aman la vida, pero el hombre valiente y honrado aprecia más el honor».

William Shakespeare

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Capítulo I

Concepto de honor

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Provincia de Mutsu. Región de Tōhoku, Norte de Japón.

Era un día importante para los habitantes de Mutsu. A medio día, su nuevo daimyō sería nombrado oficialmente y las tierras tomarían aires de un nuevo mando.

Durante toda la mañana los sirvientes del castillo corrieron de aquí para allá acarreando y montando alfombras, poniendo la silla y los taburetes en una gran tarima a las afueras del castillo, sobre la cual, los nobles del clan Takeda ya ocupaban sus posiciones.

A la derecha, se sentaba Jakotsu, con dos de sus soldados que se encontraban de pie a su lado. A la izquierda, otros dos soldados de pie, que acompañaban en todo momento a Bankotsu, quien se hallaba en una lujosa silla, justo al centro. Por lo general, Kagura no presenciaba las celebraciones multitudinarias, por un tema estratégico, ya que mientras menos personas conociesen su rostro, más fácil era para ella realizar sus misiones sin ser reconocida.

Todo estaba listo, el sol en su cénit, anunciaba la hora del caballo que daba comienzo a la ceremonia.

Durante muchos años, los habitantes de las cuatro provincias del Norte donde rigió Naraku -entre ellas Mutsu, lugar en que se emplazaba su castillo- se sintieron vulnerables. Los vasallos seguían al clan Takeda bajo el «yugo del temor», ya que Naraku, conseguía vasallos a través de amenazas o persuasiones de falsas promesas; daba y quitaba territorios a diestra y siniestra, tomaba a las mujeres de sus soldados y las usaba a su merced. Nadie era libre de Naraku y por dicha razón es que mucha gente celebró en secreto su deceso.

No obstante, se preguntaban si el Takeda menor, seguiría los mismos pasos de su progenitor, si sería igual de cruel y despiadado, o sería tal vez, un hombre más piadoso con sus vasallos.

La curiosidad se esparcía en el ambiente; niños y adultos corrían y se sumaban a la multitud que observaría al gran Bankotsu Takeda. Las hazañas del joven -líder, guerrero y ahora daimyō- en las batallas, eran tema de conversación en las aldeas y cantinas del Norte. Todos deseaban presenciar el momento en el que el heredero al feudo, alzara la alabarda Banryû que simbolizaba la victoria sobre el enemigo y la «fuerza descomunal»; justo lo que Bankotsu poseía, porque pese a existir canciones de la gran victoria de Naraku cortándole la cabeza a Muso Higurashi, arrebatándole de sus manos la alabarda para traerla a este feudo; jamás alguien lo vio alzarla. Y posteriormente, los Takeda sólo la presentaron una vez públicamente ante los habitantes de Mutsu. Pero para desconcierto de todos, en aquella instancia, tampoco Naraku la alzó.

Fue por ello, que los aplausos y el grito eufórico de la multitud resonaron en los oídos y los corazones de los habitantes del Norte. Nadie se explicaba por qué aquella imagen de Bankotsu alzando a Banryû como si fuese una pluma, les producía tal satisfacción. Pero lo cierto es que la sentían, sentían esa admiración hacia él.

A excepción de una persona que también se encontraba entre los presentes, a quien cuyo momento le pareció maldito.

No podía ser verdad algo así...

No después de lo que ella creía. Pues, cuando era solo una niña, observaba la fuerza y habilidad de su padre al manipular a Banryû, Kagome lo miraba con sus brillantes ojos llenos de asombro, mientras que su progenitor recalcaba:

Entre tu orgullo y el míoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora