3. Una Mujer Extraña.

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Daila y yo nos quedamos por bastante rato allí sentados sin hablar. Hasta que ella rompió el silencio.

—¿Por qué hay gente tan mala? —Preguntó en un susurro.

—Me gustaría saberlo. Al igual que me gustaría saber como conseguiste mi número de teléfono.

Ella sonrió.

—Es secreto. Ya te lo contaré —. Soltó un suspiro —. ¿Te puedo pedir algo?

Asentí girando un poco la mirada para verla bien.

—¿Te puedes quedar a dormir en mi casa? —Ese tono pequeñito de su voz me hizo erizar la piel.

Es que ya no solo era su forma física, también eran sus tonos de voz. Era muy extraño.

—No creo que sea lo correcto, no me sentiría a gusto.

—¿Piensas que la estás engañando?

Inhalé un suspiro y asentí. Daila volvió a acariciar mi mano izquierda.

—¿Desde que ella se fue no has estado con otra mujer?

—No, y creo que es imposible que yo vuelva a estar con una mujer.

—Eres muy joven aún, necesitas volver a encontrar el amor.

—¿Tú tienes pensamientos de enamorarte de nuevo?

—Tampoco.

Volvimos a quedarnos en silencio. Escuchaba los sollozos de Daila, en ese momento me gustaría hacer algo, pode calmarla, pero era imposible.

—¿No te hace mejor ir a verle?

La miré. Ella se limpió las lágrimas y se encogió de hombros.

—¿Quieres que vayamos?

Ella asintió. Nos pusimos en pie y comenzamos a caminar en silencio. Daila frenó y me miró.

—Quiero ir sola.

Sonreí y asentí. Yo caminé lentamente hasta llegar a la tumba de Arlet.

—Hola otra vez, monja.

Sonreí viendo su foto. La di un beso y la acaricié.
Me quedé en silencio mirando hacia su nombre y apellidos. El día que nació y el día que falleció: 12-05 – 13-10.

Sentía una mirada sobre mí, intentaba buscar con la mirada a quien me estaba observando pero no veía a nadie.

—Cuando te digo que yo me estoy volviendo loco no te engaño —susurré.

—Jano.

Pegué un grito y me llevé la mano al cabello al escuchar mi nombre y al ver a Daila detrás de mí.

—Dios, que susto.

—Pe-perdón, no fue mi intención.

—No te preocupes, pero no es un buen lugar para que te aparezcas así.

Ambos reímos. Por un momento me imaginé a Arlet muriéndose de risa, sonreí ante mis pensamientos.

—Lo siento de verdad.

Negué con una sonrisa.

—Está bien, no te preocupes, es que sentía que alguien me estaba observando.

—Esta vez no era yo, te lo prometo.

Subió la mano en forma de promesa. Reí negando.

—Sería cualquiera.

—¿Te quieres quedar un rato más aquí? —Preguntó en un susurro.

—Cuando vengo aquí me gusta hablar, aunque sé que ella no me responderá.

Eternos. +18 #3 ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora