7. Eres Mi Ángel.

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—Ella también creía que yo estaba muerta, Emma y Noah me presentaron a ella como Daila, por eso me presente ante vosotros así.

—¿Por qué se colaba en casa y dijo todas esas cosas extrañas?

—Ella está un poco demente, tiene problemas, mis padres la quieren internar pero ella se niega a ello.

—¿O sea que está loca?

Todos miramos a mi hermana mal.

—Perdón —susurró.

—Necesita ayuda, si —habló Arlet.

—¿Por qué no acepta la ayuda?

Arlet se encogió de hombros.

—Ella dice que está bien, que no necesita ayuda de ningún tipo.

—Eso dice mamá y también está para...

Cerré la boca al sentir un cojín impactar contra mi cara. Todos rieron. Miré a mi madre con una sonrisa.

—Perdón —dije riéndome.

—Deberíamos irnos, mañana es lunes y la niña tiene escuela —habló mi hermana acercándose a Arlet y cogiendo a su hija en brazos.

—Cualquier cosa nos llamáis.

Miramos a Harry y asentimos. Nos despedimos de ellos y nosotros subimos a la habitación.

Miré a Arlet. Ella se había tirado a la cama. Me subí encima de ella y besé su mejilla.

—¿Todo bien? —Pregunté en un susurro.

—Todo bien, solo que extrañaba mucho todo esto, se me hace raro volver a estar aquí.

—Pues imagínate yo que todo este tiempo pensé que estabas muerta.

Ella se giró. Quedé encima de ella. Sonreímos mientras que yo acariciaba su mejilla.

—Si te soy sincero tengo ganas de matarte yo, y luego hacer un pacto con el diablo para que resucites.

Ella rió y besó mis labios.

—¿Y ahora, qué? ¿Todo volverá a ser cómo antes? —Preguntó con miedo.

—¿Crees que mis sentimientos hacia ti han cambiado?

—Si, después de tantos años.

—Todo este tiempo te he extrañado muchísimo, Arlet, no he estado con otra mujer porque solo pensaba en ti, no, no han cambiado ni un poquito mis sentimientos hacia ti.

—¿De verdad?

Asentí mirándola a los ojos. Ella levantó un poco la cabeza para pegar sus labios con los míos. El beso subió de intensidad, las manos de Arlet quitaron mi camisa, esta vez no me opuse a ello, dejé que hiciera conmigo lo que ella quisiera.

Ella me dio la vuelta. Los besos de Arlet fueron bajando por todo mi cuerpo. Nuestras respiraciones estaban agitadas. Arlet se deshizo de la ropa que me quedaba. Sus ojos hicieron contacto con los míos. Se sentó encima mío y comenzó a quitarse su ropa, quedando ella también completamente desnuda.

—¿El juego de los diez minutos?

La miré con súplica. Ella sonrió cogiendo mi teléfono de encima de la cama. Puse la contraseña y ella puso los diez minutos en el cronómetro. Comenzó a moverse encima de mí, mi miembro por debajo de su coño. Humedecí mis labios y negué. Esto estaba siendo más tortura que antes.

Mis manos fueron hacia su cintura pero ella las puso detrás de mi cabeza. Mis ojos se clavaron en los suyos. Ambos gemíamos, las ganas de ir más allá se hacían cada vez más fuertes.

Eternos. +18 #3 ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora