17. Sin Tiempo.

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—¿Antes de irme puedo pedirte algo?

Asentí ante su pregunta. Me cogió de la mano y comenzó a medio correr hacia el cobertizo de la casa de mi madre. Entramos y ella se me quedó mirando a los ojos. Fruncí el ceño levemente.

—¿Qué pasa? —Pregunté apoyándome en la pared con los brazos cruzados.

—Antes de que me vaya quiero que me beses.

Tragué saliva y negué.

—Tienes novio, Arlet.

—¿Y si no lo tuviera?

Me encogí de hombros. Arlet se acercó más a mí, puse sus manos en mi pecho.

—¿De verdad ya no sientes nada por mí? —Negué mirándola —. ¿Nada, nada?

—Nada —susurré al tenerla muy cerca de mis labios.

—¿Sabes qué no te creo? Te conozco tan bien que sé cuando estás mintiendo.

Me humedecí los labios y negué.

—No estoy mintiendo.

—¿Dime qué cambió?

—Yo cambié, me canse de sufrir y de estar pendiente de si nos van a matar.

—Ya no corremos peligro.

—Que yo sepa los hermanos siguen sueltos.

—Que yo sepa mis padres están a punto de cogerlos.

—Nunca me imaginé que tú fueras de las chicas que ponen los cuernos.

Ella rodó los ojos.

—¿Por qué dejaste de quererme?

—¿Por qué te fuiste?

—No quería que sufrieras —dijo mirándome a los ojos.

—Pues yo no quiero sufrir más por ti.

Ella asintió y se separó de mí. Dio una bocanada de aire y sonrió.

—Pues hasta nunca, Jano, espero que de verdad seas feliz.

Asentí. Iba a decir algo pero Arlet se acercó a mí y besó mis labios. Se separó de mí y se acercó a la puerta, justo antes de que ella pudiera salir la cogí de la muñeca y la pegué con algo de fuerza a mi cuerpo, mi brazo derecho por su cintura y mi mano izquierda aferrada a su cuello. Nuestros labios comenzaron a moverse con salvajismo. Sus manos fueron hacia mi nuca haciendo que nuestros labios se pegaran con más presión.

—No entiendo porque niegas tus sentimientos —dijo cuando nos separamos un poco.

—Sigo sintiendo atracción física por ti, eso no lo niego.

—¿Solo me quieres para follar ahora?

—No he dicho eso —susurré.

Ella soltó un suspiro y se intentó alejar de mí.

—Déjame, llego tarde al aeropuerto.

—Antes no tenías tanta prisa.

—Jano, me vas a hacer odiarte —confesó y sonreí ante eso.

—No puedes odiar a la persona que amaste tanto, y déjame decirte que tú me amaste.

—Si, yo sí, pero no estoy tan segura de ti.

La miré con sorpresa.

—¿Estás desconfiando de mi amor?

—Si amarás tanto a una persona no la dejarías de amar de un día para otro.

Eternos. +18 #3 ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora