12. Cambio De Identidad.

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Jano.


Arlet y yo nos pasamos lo que quedaba día encerrados en casa viendo películas. Charlet casi nos quema el móvil de tantas llamadas. Se había enfadado con nosotros por no haber ido a la fiesta, aunque se le pasó rápido cuando Arlet habló con ella.

—Oye, amor —la miré con una sonrisa —¿sabes que mañana es San Valentín?

—¿A si? ¿Y qué pasa?

—¿Cómo qué que pasa? ¿No me vas a regalar nada?

Me acerqué a ella a paso lento.

—Amor, yo no sé hacer regalos —susurré sentándome en la cama a su lado.

—Pues yo ya te tengo un regalo.

Sonrió haciéndome sentir mal. La miré durante unos segundos.

—¿Qué es? —Pregunté aunque sabía que no me lo iba a decir.

—Un regalo, mañana te lo doy.

Se acercó a mí y besó mis labios.

—Me siento mal porque no sé qué regalarte.

—No hace falta que me hagas ningún regalo, con tenerte conmigo me sirve.

Sonreí y volví a besar sus labios. La abracé con fuerza haciendo que ella riera.

—¿Sabes cuál es el mejor regalo de San Valentín?

—¿Cuál?

—Ver tu sonrisa —susurré contra sus labios.

Ella sonrió y pegó sus labios con fuerza contra los míos. Ambos reímos y nos quedamos tumbados en la cama mirando al cielo.

—¿Sabes dónde quiero ir de luna de miel?

Su pregunta me hizo mirarla.

—¿A una casa en el lago?

—A una casa en el lago en Colombia, me gustaría muchísimo que fuéramos allí de luna de miel.

Os puedo jurar que sus palabras me hicieron el hombre más feliz del mundo. Que mi novia y futura esposa me dijera que quería ir al país donde yo había nacido y viví hasta los cinco años me hacía muy feliz.
Sonreí mirándola.

—Podríamos ir —pensé en la opción —podríamos pasar allí una temporada también.

—¿De verdad?

Se subió encima de mí emocionada.

—Si, mi amor, ¿te acuerdas cuando estábamos en Italia que te dije que te quería llevar a un lugar especial para mí? —Ella asintió con una sonrisa —bueno, pues también me gustaría llevarte, y confía en mí porque lo haremos.

—Tienes toda mi confianza, amor —susurró.

—¿Por qué eres tan bonita?

Ella sonrió poniéndose roja. Reí al ver como escondía su cara entre mi cuello y hombro.

—¿Por qué te avergüenzas? —Acaricié su nuca.

—No me avergüenzo —susurró en mi oído —me gusta mucho que me lo digas.

Levantó de nuevo la cabeza y me miró a los ojos.

—Tienes unos ojos hermosos —susurró.

—¿Lo has hecho a posta verdad?

Estoy cien por cien seguro se que yo también me había puesto rojo. Ambos sonreímos mirándonos durante unos segundos. Nunca me cansaría de mirarla, de acariciarla, simplemente nunca me cansaría de estar con ella.

Eternos. +18 #3 ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora