Los vestigios de esa noche siempre lograban alcanzarla, no podía definirlo como un vivo recuerdo porque todo lo que le llegaba eran trozos dolorosos de un evento traumático que la había marcado para siempre.
A veces, cuando dormía, podía oír los alaridos de una mujer, una que no pedía ayuda, solo insistía en que ellos se detuvieran, que dejasen de lastimarla porque ya no resistía tanto dolor. En otras ocasiones no eran gritos, sino, su rostro, sin ojos, sin nariz, tan solo su boca manchada de sangre, que sollozaba sin aliento «No salgas del armario» «abraza fuerte a la bebé» una y otra vez, no oía su voz, leía sus labios, sentía su desesperación.
Cuando el rostro sin facciones aparecía en su mente, se sentía a sí misma atrapada en su cuerpo, minúscula, con un tapón en sus pulmones que le imposibilitaba tomar un poco de aire puro, temblaba, y lo peor, se sentía las piernas mojadas, con un fuerte hedor, como si nadase en sus desechos.
Su propio cuerpo se había convertido en una cárcel, en el armario del que no tenía permiso de salir, y a través de las rendijas, en la oscuridad de su mente, era obligada a observar, a escuchar, una y otra vez, como ellos la transgredían sin cesar.
En los primeros años no tuvo la noción de lo que había sucedido, los hombres desnudos sobre el cuerpo de la mujer, moviéndose, tocándola donde le habían explicado que era inapropiado, y si alguien lo hacía debía contarlo. Por supuesto, tiempo después, cuando pudo recuperar el habla, había pedido que le explicasen, pero nadie parecía tener las palabras, solo le pedían olvidar lo sucedido.
Pero ella no podía olvidar, esa noche era una huella indeleble en su memoria.
Las preguntas fueron encontrando las respuestas a través de los años, en las clases de biología de la escuela, también en las innumerables charlas de educación sexual del instituto. Todo lo que había presenciado, lo que debía ser olvidado tenía un nombre, uno que nadie le había querido decir.
Violación: 1. f. Acción y efecto de violar.
2. f. Der. Delito consistente en violar (‖ tener acceso carnal con alguien en contra de su voluntad).
Esos hombres se habían turnado, uno a uno, para tener acceso carnal sin la voluntad de ella. Incluso ese hombre de ojos azules y cabello azabache que la visitaba cada tarde, le llevaba bombones de chocolate rellenos de crema de maní escondidos en los bolsillos de su americana. Incluido él, que le había prometido amor y cuidados cada vez que se comía el dulce montada en su regazo.
Esos trozos que navegaban en la oscuridad de su cabeza cobraban sentido a medida que el tiempo corría, el mismo tiempo donde fingía que lo que había olvidado todo, que ya no había pesadillas, que no sabía quien era Mildred Smith y su trágico final.
Había aprendido a vivir sabiendo que cinco hombres habían violado a Mildred hasta matarla, hombres de sociedad, lobos vestidos de ovejas, que habían conseguido tapar la verdad y quedar libres de su castigo.
Había aprendido a vivir encerrada en el armario, repitiendo en silencio una y otra vez los vestigios del dolor, oyendo sus susurros para que no saliese, protegiéndola hasta el final.
Había aprendido a vivir con una familia que no era la suya, una que se había esforzado por darle todo el amor, todos los cuidados, con la intención de borrar esa fatídica noche de su memoria.
Había aprendido a vivir en un perfecto castillo de falacias, fingiendo un olvido que jamás se le había concedido.
Para ella, el pasado era una huella indeleble, una mancha que no se podía borrar.
Pero... ¿Por cuánto tiempo aguantaría?
¿Cuánto tiempo estaría encerrada en su armario?
¿Cuánto tiempo podría seguir fingiendo su olvido?
¿Cuánto tiempo pasaría sin devolverles el daño?
El reloj hacía tic... tac... en un conteo regresivo, de una bomba que estaba lista por explotar.
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AMELIE
Mystery / ThrillerElla lleva tatuado en su mente la fatídica noche en la que su mundo se rompió, esa en que su niñez acabó y se convirtió en un alma sedienta de venganza. El correr del tiempo no fue suficiente para borrar su pasado, y por ello, ha vuelto de las ceni...