CAPITULO TRECE

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Los gritos de dolor de Sam Lowless no habían mitigado ni un poco los de Mildred, ella seguía sufriendo en su cabeza, en el oscuro poso de sus más profundos recuerdos, tan solo habían comenzado a hacerle compañía, ambos recuerdos se habían fusionad...

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Los gritos de dolor de Sam Lowless no habían mitigado ni un poco los de Mildred, ella seguía sufriendo en su cabeza, en el oscuro poso de sus más profundos recuerdos, tan solo habían comenzado a hacerle compañía, ambos recuerdos se habían fusionado y mientras más vueltas daban en su mente, más se convencía que no le era suficiente, haberle arrancado el miembro aún vivo no le era suficiente, merecían sufrir más, justo como le habían hecho pasar a ella, y en consecuencia a Amelie y a sí misma.

Aún quedaban más, más presar a las cuales cazar y cobrar.

Había ideado un nuevo plan, una nueva tela de araña, bien tejida, bien servida, y no podía esperar a ponerla en marcha. Tan solo se lamentaba un solo detalle, lo hacía en el instante en comenzaba a peinar una nueva cabellera falsa, su nueva identidad.

—Te extrañaré siempre Inma Köhler, mi queridísima alemana sedienta de sexo.

Hablaba sola en la soledad del baño. Le había gustado esa piel, lo que pudo alcanzar metida en ella, pero no quería, ni debía repetir la historia, sabía con claridad que quien tendía a recaer una y otra vez en sus propias jugadas tarde o temprano le encontrarían la caída, y ella no iba a caer, no tan pronto, no cuando apenas comenzaba su juego de venganza.

Se sonrió a sí misma en el espejo, antes de volver a su labor, quitándole casi en su totalidad el rastro de falsedad con un secador a baja temperatura después de haberla lavado. Volvió a admirar su reflejo aún sonriente, al colocarse la peluca de un seductor color cobrizo, a media espalda, alisada de la raíz hasta las puntas.

—Angelique... —saludó acomodándose el flequillo —Siento mucho lo sucedido, es una pena que hayas quedado viuda siendo tan joven ¿Cómo has estado?

—Nada bien, esto es horroroso —Se limpió una fingida lagrima que corría por su mejilla —El dolor es muy fuerte, ya no sé si pueda resistirlo.

—Tal vez un cambio de aire, te vendría bien —le propuso.

—Tal vez —concordó en un hilo de voz —. Ya no puedo ni siquiera vivir en mi casa, los recuerdos me abruman demasiado —Su reflejo era un martirio, en sus ojos se reunieron lágrimas, lágrimas de verdad —Necesito mudarme pronto o el dolor será quien acabe conmigo.

Al pronunciar su última palabra, una lágrima abandonó sus ojos. No la limpió, la observó correr a través del espejo con una sonrisa satisfecha en sus labios. Soltó una carcajada, aplaudiéndose a sí misma.

Estaba lista para cambiar de piel. Estaba lista para ir de caza.

—Cuando todo esto acabe iré a Broadway o Hollywood para poner a prueba mi talento.

***

Existe un tipo particular de personas en el mundo, esas que, sin importar lo que hayan hecho en el pasado, no existía en su consciencia una misera carga de arrepentimiento, en su burbuja de poder, asociaban sus acciones a «hice lo que debía hacer» y en su privilegiada lógica no existía ningún mal en ello, la vida se trababa de decisiones, ellos las tomaban, sin importar lastimar un sentimiento, o en algunos casos; como en el de Alexander Biel, acabar con la vida de una persona.

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⏰ Última actualización: Feb 12, 2023 ⏰

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