CAPITULO CUATRO

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El agente Evans ubicó a Amelie en su cubículo frente al despacho de Charlie

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El agente Evans ubicó a Amelie en su cubículo frente al despacho de Charlie. Estaba tan concentrada, con la vista fija en la pantalla, que no se dio cuenta que estaba ahí. Dedicó un par de segundos a observar, su escritorio estaba en orden, no había un lápiz o un papel regado, ni siquiera una mancha o migaja.

Se fijó en la placa de identificación, y en varios reconocimientos apilados en una repisa a su lado, todos llevaban el mismo nombre, Amelie Hemmings. Obtuvo de ella una nueva imagen, destacada en su trabajo, organizada, pulcra en exceso.

Carraspeó, haciéndose notar, y por primera vez, siendo la tercera que la veía en el día, pudo contemplar su rostro de frente, cuadrado, de mejillas y barbilla pronunciadas, los ojos verdes, los labios gruesos, y nariz puntiaguda. Recogió todos sus detalles en escasos segundos, puesto que, en cuanto ella notó que se trataba de él agachó su cabeza avergonzada.

—Señorita Hemmings —la llamó, en un tono más bajo de lo acostumbrado.

—¿Necesita algo, agente Evans?

«Luke Evans. Agente del FBI» gimió en su mente. Su nombre lo tenía tatuado en la mente, no lo olvidaría jamás, quedaría para siempre enganchado al vergonzoso momento que le había hecho pasar su jefe.

Tragó grueso, sintiéndolo dar un paso adelante pegándose al borde de la mesa. No quería tener que escuchar un nuevo sermón de moralidad sobre su falso amorío, ya había tenido suficiente con lo sucedido, por ello, no sé esperó en absoluto las palabras del agente.

—Solo quiero saber si está bien.

Conmovida, se olvidó un instante de su bochorno para mirarlo a la cara. No pudo evitar detallarlo, alto, fornido, su cabello estaba cubierto de canas, de la misma forma que su barba, y una férrea mirada café que le robó el aliento, asintió incapaz de pronunciar nada.

—Me gustaría poder hablar usted —continuó el agente.

Amelie parpadeó. Volvió el recuerdo de ella postrada sobre el escritorio, las palabras de Charlie, y bajó de nuevo la mirada, no quería hablar con nadie, no confiaba en absolutamente nadie, solo en Blue, porque nunca la había defraudado, nunca la había dejado sola.

—Yo... yo no sé nada de lo sucedido con el señor Brownbear.

—Esta bien —le concedió manteniendo su tono bajo —En realidad, me gustaría hablar de su relación con él.

—No tengo tiempo para eso —Su voz se rompió, el agente lo notó —¿Ya no le contaron lo suficiente? ¿Qué más necesita saber?

Con rabia, frotó su mejilla para limpiar la lagrima que escapó de sus ojos.

—La verdad —Otra vez, consiguió que lo mirara —No creo que sea su amante, y menos que estaban jugando a nada —No había tenido dudas, pero las lagrimas que corrieron por sus mejillas le confirmaron que estaba en lo correcto —Sé que esto puede resultar difícil, señorita Hemmings, pero cuente conmigo, yo puedo ayudarla.

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