¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
POV ________:
—Buen trabajo, ______-chan —dijo Boruto, dándome una palmada en el hombro.
—¿Gracias...? —respondí, aún procesando lo ocurrido—. Iwabee, no te vuelvas a ir por tu cuenta —añadí, girándome hacia él.
—Tks —gruñó, sin mirarme.
—Si hubiéramos faltado por culpa de ese tipo raro, seguro que hubiera habido una pelea —murmuré, cruzando los brazos.
—Perdón —intervino Kagura, con expresión seria—. También hay gente que detesta a los forasteros.
—No te preocupes. En todas partes hay gente así —respondí con una sonrisa que apenas se notaba. No quería preocupar a nadie, pero lo que más me inquietaba era el otro sujeto... el que lo detuvo. Parecía fuerte. Muy fuerte.
—¿Parecía muy fuerte? —preguntó Kagura, sorprendido.
Antes de que pudiera responder, Chouchou cambió de tema con su entusiasmo habitual.
—Oigan, ¿adónde vamos ahora?
Kagura sonrió, recuperando su tono amable. —Primero quiero llevarlos con cierta persona.
—¿Cierta persona...? ¿Es apuesto? —preguntó Chouchou, con los ojos brillando.
—Chouchou, no empieces... —suspiró Sarada.
—Cielos...~ —dijo una voz femenina, suave y melodiosa.
Nos detuvimos al instante. Giré la cabeza y, desde las sombras, emergió una mujer de cabello rojizo anaranjado, con un vestido azul que contrastaba con su piel clara. Su edad era evidente, pero su porte seguía siendo elegante.
—Pero qué invitados más lindos~ —dijo, con una sonrisa encantadora.
Su rostro me resultaba familiar. Me recordaba a la anterior Mizukage... ¿Mei Terumi? No podía ser. Esta mujer era mucho mayor.
—Ella es la señora Mei, la anterior Mizukage —explicó Kagura—. Contribuyó a terminar la Guerra Mundial Ninja y puso los cimientos para el desarrollo de la aldea.
¡¿Qué?! ¿Esa señora es la señorita Mei? —pensé, sorprendida.
—Basta, eso fue mucho —dijo Mei, algo apenada—. Además, esta época ya no es nuestra, sino de jóvenes como ustedes.
Seguimos caminando mientras ella hablaba con Kagura.
—¿Verdad, Kagura?
Kagura bajó la cabeza. —N-no, yo...
—Bien, llegamos —suspiró Mei.
—Con permiso —dijo Kagura, abriendo las puertas de una gran oficina.
Entramos uno por uno, admirando el lugar con asombro. Era amplio, luminoso, y tenía una atmósfera solemne.
—Aquí los traje —informó Mei al hombre que nos esperaba.