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Wei Wuxian se encontraba extrañamente nervioso, la guerra había terminado y sin embargo, vivía preso de un pánico creciente que le había ver sombras en cada esquina de su visión.

La relación con sus hermanos estaba tensa, no recordaba si fue hace dos días o tres que intercambió palabra con ellos.

Bebía la mayor parte del día, dejándose envolver por la reconfortante bruma de la embriaguez y la dulce desconexión de la realidad, atesoraba profundamente esos efímeros momentos de paz.

Ya no se encontraba en condiciones de entrenar a sus compañeros discípulos, como mano derecha del líder de secta era completamente inútil, de modo que huía cuál cobarde de sus muchas responsabilidades.

Sabía que era cuestión de tiempo para dejar la secta, pero, su egoísmo le impedía irse.

Pensó por un momento en pasar por las habitaciones de Wen Qing, aquella mujer a la que le debía más que su propia vida y por quién no había dudado ni un segundo en acoger, recordaba que justo después de la operación de extracción del núcleo habían acordado no volver a verse jamás, aún así, Wei Wuxian sentía un vacío inmenso en el pecho, estaba solo, no podía contar con nadie y no se atrevía a confiar su secreto a ninguna persona, odiaba tener que admitir con vergüenza que trato en más de una ocasión levantar su espada, sólo para romperse a sí mismo en gritos y lamentos que nadie pudo escuchar, la hoja no brillaba, pesaba en más de un sentido, cargaba con años y años de remordimientos, deberes que ya no podía cumplir, promesas rotas.

Esa misma tarde había corrido, como el cobarde que era, a la parte más alejada de los campos de entrenamiento, mucho más allá de donde guardaban las armas de práctica y los suministros, un pequeño claro bordeado de altísimos árboles que le daban la oportunidad de esconderse... Como hacía desde que la guerra terminó.

Con manos temblorosas, desató la preciada carga que llevaba en el cinturón, el sonido del metal repiquetando contra la vaina debido a su propia ansiedad, parecía atravesar el bosque en toda su extensión.

Wei Wuxian miró en todas direcciones y desenfundó el arma, el brillo de la luz del sol sobre la hoja plateada le hizo imaginarse por un momento que Suibian resplandecía por su energía espiritual y no por una ilusión óptica, reprimió un jadeó y dejó caer la espada.

Levantó una de sus botas, dubitativo, y la posó sobre el frío metal, no sintió nada, trató de hacer que su ausente núcleo enviara corrientes de energía, cerró los ojos, colocó el pie restante junto al primero, y esperó.

Fue cuestión de segundos, antes de dejarse caer completamente impotente y derrotado al suelo, no se preocupó por amortiguar la caída y dejó que su cara impactara directamente al suelo, regocijandose secretamente cuando sus mejillas se cubrieron de barro y hojas secas. Por más que intentará escapar, la suciedad siempre lo seguía, era una parte innata de el.

No derramó ninguna lágrima, cuando decidió que había pasado suficiente tiempo tendido a la intemperie y sin nadie buscándolo, regresó a casa, o a lo que quedaba de ella, ya había anochecido pero, si tenía suerte, podría conseguir emborracharse a tiempo, de ese modo, no tendría que estar completamente consciente cuando Jiang Cheng le hiciera la pregunta obligada de todos los días "¿Por qué no llevas tu espada"

Un vistazo a los rasguños en su cara, le hizo entender que Wen Qing lo reprendería nuevamente por hacerse daño, tendría que asearse antes de encontrase con ella.


..
"Fue a buscarla y la encontró siendo arrastrada junto a su familia por tropas de Lanling, furioso, arrasó con la avanzada, ni siquiera mató a tanta gente como le habría gustado, y regresó a casa.

WangXian One ShotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora