Egipto

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Oro... brillos... glamour... esa era yo hace tiempo.
La mujer más bella de Egipto.

Para Cleo, yo era su muñeca, me maquillaba los ojos con negro y azul, pintaba mis labios de rojo y me peinaba con broches y escarcha dorada. Me ponía Joyeria dorada, collares enormes con piedras preciosas incrustadas que colgaban de mi cuello, aretes gigantes que bailaban en mi cuello cuando caminaba; los vestidos me quedaban como si fuera una flor y esas fueran mis pétalos.

Mi vida era perfecta, no me faltaba nada, pase siendo la muñeca de faraones y la princesa de los corazones de muchos.

Pero bueno... eso fue hace mucho tiempo.
Ahora, era todo lo contrario.

- HEY NO ESPEREN SÁQUENME DE AQUÍ - le grite al policía mientras me metía a una pequeña cárcel en la estación de policía - LES JURO NO ESTABA BORRACHA MIENTRAS MANEJABA SOLO ME TOME UN SHOT.

Si... si estaba manejando peda a las doce de la mañana un viernes. Ya se, es patético.

- ¡NO PUEDEN CONTENERME AQUÍ! - mire a los policías que me veían sonrientes - ¿ustedes saben quien soy yo?.

- Egipto... - uno de ellos me dio una palmadita en la mano - Creo que deberías de llamar a alguien para que te recoja.

Solo había una persona en mi vida que vendría a buscarme a la cárcel aunque estuviera al otro lado del mundo.
Grecia.

Grecia ha sido mi mejor amiga desde siempre, habían muchas cosas en las que la admiraba pero me daba pena decírselas, y después de un tiempo me enteré que ella igual quería hablar conmigo pero no tenía la confianza suficiente para hacerlo.
La primera vez que le hable fue cuando era su cumpleaños y le regalé un precioso peine de oro con piedras de zafiro incrustadas. A ella le pareció muy pesado pero le gustó, y ella me mando unos libros en mi cumpleaños. Fue el mejor regalo del mundo.

A veces ella me invitaba a su territorio y viceversa, me encantaba lo hermoso y blanco que era, la gente era muy amable y pacífica. También había mucha gente con ideas locas pero me encantaban.

Ella lo es todo para mi, no hay persona más importante que mi mejor amiga.

Y verla parada en la estación de policía firmando unos papeles para sacarme me destrozaba.

Levantó la cara para verme detrás de rejas, formé una sonrisa nerviosa a lo que ella suspiró y me sonrió de regreso. Sabía que estaba decepcionada, pero no quería decirme nada.

- Perdón Grecia - me rasque el brazo mientras salíamos de la estación.

- Hablaremos de esto en el coche - murmullo con su angelical voz.

Aunque sonaba muy bonito, sabía que me iba a regañar por hacerla venir hasta aquí.

- Egipto... amor... estoy preocupada por ti - suspiro mientras manejaba hasta mi casa.

- Perdón - me froté los nudillos.

- No solo manejaste borracha, también le pegaste a un policía - me miro de reojo - ¿Que esta pasando?, ¿Hay algo que no me estás contando?.

- No no no... es solo que... - No sabía que decirle, no tenía excusas que dar.

Detuvo el coche enfrente de mi casa, acomodando su hermoso cabello rubio en una coleta

- Egipto... si hay algo que te está... haciendo pasar un mal rato tienes que decirme - Grecia insistió - Yo se que ha sido difícil que tu amistad con Líbano terminara y que tu gobierno quiere quitarte tus privilegios pero no puedes hacer esto, no les des razones para expulsarte.

- ¿No extrañas como era todo antes? - me hundí en mi asiento.

- ¿De que hablas ahora? - preguntó.

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