Olmeca

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Me adentré a la selva, pasando por distintas plantas en cuclillas, lista para atacar a mi presa.

Pisaba el suelo mojado con delicadeza, pero los dedos, deslizándome para no hacer ruido.
Las aves cantaban encima de mi, los bichos volaban alrededor siguiéndome.

Hasta que por fin encontré a la presa, parada enfrente mío, con una lanza en sus pequeñas manitas y mirando alrededor un poco asustada.

Tome impulso, saltando encima de las plantas y cayendo sobre ella haciendo "RAWWWR".

Mi niña, Aztequita, pegó un grito de terror, para después echarse a reír mientras la cargaba y me hacía cosquillas

- ¡AMA BASTA BASTA! - gritaba Azteca intentando empujarme lejos ahogada de risa.

- Si hubiera sido un jaguar te hubiera comido en dos bocados - le mordí suavemente sus bracitos haciendo ruidos - ¡ÑAM ÑAM ÑAM QUE RICO!.

La baje de entre mis brazos sonriendo mientras ella recogía su lanza.

Mi princesa cumplía hoy 9 años, todavía estaba muy chiquita pero yo tenía que prepararla para ser una excelente líder.

Nos regresamos al campamento donde estaba Maya, tallando una piedra con otra.
Ella no era muy atlética, era más práctica y le gustaba mucho hacer lanzas y Armas con su ingenio.

- ¿Qué haces princesa? - me acerqué curiosa.

- Nada, haciendo una flecha más afilada - Maya me mostró la punta de una, que efectivamente era muy filosa.

- Muy bien - le di un beso en la cabeza - Tengo que ir a cazar.

- Quiero venado para comer - Azteca gritó entrando al campamento.

- Justamente eso iba a cazar - tome una lanza para llevármela.

- ¿Puedo ir contigo? - Me preguntó Azteca tomando una lanza.

- Creo que será mejor que vaya yo sola, espantaras a los venados con tus pisadas ruidosas - me burle.

Maya se cubrió su risa con la mano, pero se le escaparan algunas; mientras que Azteca estaba muy ofendida, diciéndome que no era cierto.

De la nada sentí algo extraño, una segunda palpitación, como si estuviera pegada al pecho de alguien y sintiera su corazón en mi oído.

Mis hijas notaron mi cambio de humor drástico y se preocuparon

- ¿Amá? - Maya se levantó - ¿Todo bien?.

Giré mi cabeza hacia todos lados, luego salí del campamento, sintiendo los latidos más distantes pero mientras más me acercaba a una dirección más fuertes sonaban.

- Quédense aquí, no se vayan a ir a ningún lado - les ordene, corriendo hacia donde los latidos me indicaban.

Llegue a la costa en poco tiempo, era fácil cuando saltabas de árbol en árbol. Cuando caí en donde terminaba el pasto y comenzaba la playa, me hinqué, caminando lentamente para ver qué era lo que tanto me llamaba.

Quite una palma que obstruía mi camino, y ahí, echado en la playa encontré a un hombre enorme.
Pálido como una nube, con cabello oscuro y la espalda grande, la más grande que había visto en mi vida.

El hombre a duras penas de podía levantar, pero cuando lo logró tambaleantemente, me sacaba dos o tres cabezas mínimo.

Aguante la respiración, acercándome con la lanza apuntando a su corazón.
No parecía sorprendido de verme, supongo el sintió lo mismo que yo; pero lo que más me impresionó, fue como aquella enorme bestia, se hincó enfrente mío, y lloró.

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