Imperio Romano (Remake)

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(Este iba a ser el capítulo que empezaría la saga de Egipto, pero lo saqué por qué iba a estar muy grotesco y no apto para todo público, SE RECOMIENDA DISCRECIÓN)
TW: SH, PROSTITUCIÓN, SUICIDIO, CRÍMENES SANGRIENTOS Y AB.SX.

Mi plan de expandir mi imperio en todo el mundo estaba tomando forma poco a poco.
Las victorias militares y las alianzas políticas eran una maravilla, y el sometimiento de otros traductores saciaba mi hambre de poder.

Eran mis pequeños esclavos y una que otra prostituta.
Los que se portaban bien no les iba tan mal como a los otros, que torturaba yo mismo para que no intentaran desafiarme.

Judea y Siria eran los más revoltosos, aunque con espinas de hierro amarradas en sus muslos no tenían ni cómo moverse sin que se les desgarrara el músculo.

Ahora tocaba el turno de Egipto.
Ya me habían hablado sobre Cleopatra, la gran líder y su gota del río Nilo, su traductora.
Nadie le había visto la cara a la traductora, solo los faraones, ni siquiera las mucamas. Era una joya de la corona que no querían compartir, yo quería ver de qué se trataba todo el alboroto.

Llegué a Egipto con mi ejército, la gente no se opuso al sometimiento, supongo veían venir que yo llegaría y preferirían solo un lastimado a ser arrastrados por caballos de cabeza.
Les pedí que se lleven a los más fuertes para esclavos, que mataran a los ancianos, las mujeres serían llevadas a burdeles para prostituir y los niños serían como pequeños esclavos pero más fáciles de manipular.

En cuanto llegue al palacio fue cuando la verdadera lucha empezó.
Los soldados de Cleopatra dieron buena batalla, pero no había nada que le ganara a mi poderoso ejército.

Cada escalón que subía era derramado por un río de sangre de mi espada atravesando los cuerpos de esclavos, mucamas, soldados y cualquier persona que se me pusiera enfrente.

Mi parte favorita era rebanar a la mitad a la gente y ver los intestinos salir, era satisfactorio.

Llegué a la recámara de Cleopatra, ya con unos cuantos rasguños, sangre salpicada en todas mis prendas y mi rostro.

- Te tardaste en llegar - Cleopatra me dio su mejor cara.

Estaba de frente a la ventana, con sus mucamas a su alrededor hincadas, implorando que no le hiciera nada en susurros.

- Tus soldados dieron su luchita - me limpié un poco de sangre escurriendo en mi labio - Es Fácil preciosa, entrégate y no derramaremos más sangre, es lo justo.

- ¿Tu crees que es justo masacrar y esclavizar a mi gente? - bufó - Descarado infeliz, no me entregaré ni te daré nada.

Que arrogancia, no sabe que está hablando con el emperador del mundo.

- ¿Y tú traductora? - mire a las mucamas en busca de alguien vestida diferente.

- ¿Que hay de ella? - me miró con odio, la pregunta no le había gustado para nada.

- La quiero conocer, dicen que es la mujer más bella de este lado del mundo - al parecer no estaba en la habitación.

- Jamás tendrás el placer de verla - refunfuño acercándose a mi.

- Claro que lo tendré, aunque tenga que torturarte para sacarte información - gruñí viendo a mis soldados entrar - Mátenlas a todas, dejen a Cleopatra para que admire lo que pasa cuando no se hace lo que ordeno.

- ¡No alto! - Cleopatra intentó detener a mis soldados con sus manos, pero las superaban en número.

Poco a poco el blanco de los suelos y las paredes se fue cubriendo de rojo carmesí, los gritos ahogados de las mujeres disminuían conforme las iban matando una a una. Dejando solo a Cleopatra en medio del cuarto, observando el panorama sin emoción en sus ojos, solo una lágrima escurriendo de este.

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