𝕝

2.6K 105 87
                                    

Cualquier historia tiene un comienzo, ¿no? Bueno, les contaré un poco sobre el mío.

Cuando tenía cinco años, mi padre nos abandonó a mi madre y a mí. Desde entonces, ella trabajó muchísimo para cuidarme, aunque la mayor parte del tiempo vivía con mis abuelos. Ellos me criaron como si fuera su hija, mientras mi mamá hacía todo lo posible para darnos un futuro mejor. Años después, su esfuerzo dio frutos: consiguió un ascenso y un trabajo en Japón.

La noticia me emocionó, pero también me llenó de tristeza. Mudarnos significaba dejar a mis abuelos, que siempre habían sido mi refugio, pero, por otro lado, mis clases de japonés finalmente tendrían sentido. No tenía muchos amigos, así que la idea de empezar de nuevo no me aterraba tanto. Tal vez era una oportunidad para conocer gente nueva y aprender de una cultura completamente distinta.

El día de nuestra partida, estábamos en el aeropuerto esperando nuestro vuelo. Nunca había viajado en avión, así que los nervios eran inevitables.

—¿Estás nerviosa, cariño? Llevo pastillas por si nos mareamos en el vuelo —dijo mi mamá con una sonrisa tranquila.

La admiro mucho. Es fuerte y decidida, aunque en los últimos años nuestra relación de madre e hija se había enfriado un poco. Desde que cumplí 17 y entré al bachillerato, hemos intentado acercarnos de nuevo.

—Un poco, mamá, pero estoy feliz de que por fin podamos vivir juntas.

—A mí también me hace feliz, hija mía. Espero que te guste nuestra nueva casa. Después me ocuparé de tu inscripción en la escuela.

Solté un suspiro. La idea de ir a una escuela en Japón me emocionaba, sobre todo porque tienen dinámicas distintas a las de mi país. Además, las instalaciones suelen ser mucho más grandes y variadas. Sin embargo, no podía evitar sentirme nerviosa. Nunca he sido buena haciendo amigos; soy tímida y, según mi mamá, a veces parezco demasiado reservada. Me gustan cosas que no siempre son populares entre los demás, pero traté de mantenerme positiva.

Poco después anunciaron el abordaje. Como teníamos asientos VIP, fuimos de las primeras en entrar.

El primer vuelo fue largo y cansado; el segundo, un poco más llevadero. La comida del avión no era espectacular, pero al menos era comestible. Durante el viaje, intenté distraerme viendo películas y documentales en la pantalla del asiento. Aunque fue algo aburrido, debo admitir que los asientos eran cómodos.

Cuando finalmente llegamos al aeropuerto de Tokio, tomamos un taxi hasta nuestra nueva casa. Me quedé dormida casi todo el trayecto, pero mi mamá me despertó justo cuando llegábamos al vecindario. Al mirar por la ventana, noté que el lugar era tranquilo y las casas, acogedoras.

—Bien, ya llegamos —dijo mi mamá con una sonrisa, mientras bajaba del auto y empezaba a sacar nuestras cosas.

Solo llevábamos ropa y algunas pertenencias personales, ya que la casa que mi mamá había comprado venía completamente amueblada. Una ventaja enorme.

Al entrar, mi mamá me pidió que subiera mis cosas a mi habitación y, de paso, explorara la casa. Era grande y luminosa, con cuatro habitaciones: una para cada una, otra que funcionaría como oficina (ya que mi mamá trabajaría desde casa la mayor parte del tiempo) y una última para invitados, aunque dudábamos que tuviéramos muchos. También había dos baños, una cocina amplia, comedor, sala y todo lo necesario para estar cómodas.

Mi habitación no era la más grande, pero me encantó. Lo mejor de todo era que tenía un pequeño balcón. Siempre había soñado con tener uno.

Pasaron unas semanas y poco a poco fui conociendo más de la ciudad. Era tranquila, aunque diferente a lo que estaba acostumbrada. Mi mamá encontró un instituto para mí. Estaba a solo unas cuadras de casa, lo cual era un alivio, ya que no tendría que depender del transporte público.

𝕬𝖒𝖔𝖗 𝕺𝖈𝖚𝖑𝖙𝖔 [Shin Higaku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora