Cuando el papá de Hinata Hyuga muere, la niña de papá y la querida flor de la sociedad se encuentra sola y sin dinero. Tuvo que despedir al personal de la casa y ahora tiene que vender sus ropas de diseñador para mantenerse a flote.
Ella culpa a un...
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"Relájate, es sólo un hombre. Te comes dos de ellos para el desayuno en un mal día", bromeó Sakura mientras alisaba la parte delantera del vestido corto de seda negra que había elegido para esta noche por cuarta vez.
"Mis palmas están sudorosas". Pasé los dedos por las pequeñas hondas a los lados de mi cerquillo que mi estilista había elegido para esta noche. El resto de mi pelo estaba recogido en un pulcro moño francés sujeto con unas cien horquillas. ¿Por qué nunca te dicen que tienes que pagar un alto precio por esa belleza? Tenía que admitir que se veía genial y, como ella dijo, muestra mi cuello a la perfección. Sí, como si Naruto Uzumaki estuviera mirando mi cuello.
Había cometido el error monumental de llamar a Sakura tan pronto como lo dejé. Su chillido y el: te veré donde Temari fue todo lo que escuché antes de que colgara. Temari era mi estilista, alguien a quien había estado a punto de renunciar en mi nuevo sacrificio de reducción de personal. Pero como Uzumaki estaba pagando y realmente la necesitaba, ¿por qué no debería hacer lo mejor sabía hacer?
Estaba debajo de la secadora cuando me di cuenta de que lo que él ofrecía era mucho más que un cheque de pago. Si iba a vestirme, alimentarme y cuidar de todas mis necesidades, no era tan diferente de la forma en que vivía cuando papá aún estaba aquí. Esto era demasiado bueno para ser verdad. Sin embargo, en el fondo de mi mente estaba el elefante en la habitación.
No soy demasiado joven para saber que ningún hombre en su sano juicio haría todo esto a menos que buscará algo. Ya había establecido que no estaba tramando un complot para robarme todo lo que creía que poseía, así que solo podía haber una razón por la que estaba haciendo todo esto. Mi cuerpo.
Bueno, tengo noticias para él. No sería el primero en tratar de llevarme a su cama, algunos han terminado con resultados horribles. He luchado contra los instintos masculinos a lo largo de los años. Desde que tuve pechos a los doce años para ser exactos. Puedo tratar con esto.
Sakura me dio una mirada final mientras me rodeaba y arreglaba hasta que estuvo satisfecha con mi aspecto. La seda negra se adhería ligeramente en todos los lugares correctos, fluyendo desde mis caderas hasta justo por encima de mis rodillas, dando solo un toque burlón de escote.
Mis piernas estaban suaves y tersas, mis pantorrillas hábilmente definidas por las horas que pasé en la caminadora. Mi trasero era un atributo incómodo pero me alegraba de tenerlo estéticamente, aunque los pervertidos se lo pasen viendo. Pero ahora este es mi trabajo y no puedo fallar.
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