Capítulo XXXII: FHARID, EL JEFE DE LOS MUERTOS.

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Ella aún continuaba dormida cuando decidieron entrar en la cueva, claro que podían haberla dejado afuera, pero no se arriesgarían a que el último dios loco pudiera aprovechar eso y usarlo en su contra, por eso Shadow la mantenía en sus brazos, rezando porque despertara y saber que estaba a salvo.

Rouge vendó sus heridas y Charmy ocupó sus poderes de curación para ayudarla a mejorar, manteniendo sus signos vitales estables, pero aún no despertaba, y no conocían la razón.

- Debe estar cansada, tuvo una gran batalla, se llevó al límite, descuida, despertará cuando menos lo esperes. - repetía Sonic al ver a su amigo realmente abatido, quien solo pensaba en que debía haber sido más rápido, más fuerte y más capaz de protegerla.

...

Mientras tanto, sus manos se movían de arriba a abajo, intentando buscar aquella cortadura en su abdomen, pero no había nada, era como si todo eso hubiera sido un simple sueño o una alucinación de su mente, aunque ¿Cómo podía serlo, si se sentía tan real?, ahora que lo pensaba más, la ropa que tenía había cambiado, llevaba ese lindo blusón amarillo y sus botines rojos, además de que su cabello estaba suelto y planchado, justo como lo solía usar.

- ¿Vienes?.- Cuestionó una voz detrás de ella con un tono suave y cálido, con ademanes de ser de alguien carismático y singular, pero claro que lo era, pues ella aún recordaba a la persona a la que le pertenecía.

Sus orbes se abrieron y divisaron la mano enguantada que de extendía ante ella, clara como la existencia misma, tan cálida como los rayos del amanecer y tan melancólica como un buen recuerdo.

Los amantes estaban reunidos una vez más, justo donde prometieron encontrarse, dónde una vez hace mucho tiempo, oculto en las páginas del pasado, su historia de amor había comenzado; justo en aquel horizonte dónde las promesas lo eran todo y la idea de un final era simplemente imposible de pensar.

Ella tomó complacida su mano y se puso de pie, caminando con él como antes solía hacerlo, derramando pequeñas lágrimas al recordar todo lo que había pasado, pero sus memorias se estaban yendo, no, más bien estaban cayendo como el agua de una cascada, cada vez descendiendo de forma veloz, incrementando la velocidad, hasta que recordar se volvió difícil y vivir el momento fue increíblemente fácil.

- Es hermoso, ¿no?.- le preguntó mientras ella se sentaba junto a él, justo al borde del prado alto, viendo las rocas al fondo de todo y el atardecer anaranjado de fondo, con un espectacular sol en el centro.

...

Al entrar observaron que la mesa había cambiado, ahora todos los puntos estaban encendidos, excepto uno, el del centro, el cual parecía estar esperándolos, dándoles una invitación para que se reunieran entre ella y aceptaran el destino que 4 grandes habían decidido para ellos, pero claro que no lo harían, no pensaban en perder después de todo lo malo que habían soportado.

- Entonces, los mataron a todos. - habló calmada una voz grave desde el fondo, revelando a un extrañamente cansado lobo de pelaje gris, el cual estaba sentado en un inmenso trono antiguo de jade, desprendiendo un aura de tono marino, informándoles que no estaba para nada contento.

Ellos se miraron entre sí, puesto que al final de todo fue cierto, además de que la culpa los volvía a invadir, recordando en lo que se habían convertido. - Asesinos. - murmuró al final, mirándolos uno a uno, deteniéndose en el azabache, quien no tuvo opción más que dejar a la chica inconsciente en el suelo, recargada en una pared, pidiendo a Cream que permaneciera con ella, y la protegiera de los ataques que pudiera recibir. - evitemos las formalidades y vamos directo al grano. - reprochó bajando levitantemente de su lugar de reposo y poniéndose en guardia, incrementando el nivel de su aura, al igual que unos guantes con picas enormes se formaban en sus puños, envolviéndolos en su totalidad. - El dios del caos tendrá que darles una lección a todos.

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