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Específicamente ese día, no me importó tardarme unos minutos más para ponerme linda.

Quería sentir lo rayos del sol en la piel y era la ocasión ideal para utilizar aquel vestido blanco y zapatos azul claro que tantas veces había dejado en la esquina de mi closet esperando la ocasión ideal para usarlos.

Había una diferencia abismal en mi comportamiento respecto a la última semana, y lo mejor de todo, es que era notorio para mis compañeros de trabajo, para Ash e incluso para mi hermano.

¿Había una razón? En realidad, no tenía ganas de pensar en ello, prefería quedarme ahí, atesorando esa agradable sensación que se formaba en mi pecho al recibir cualquier tipo de reconocimiento hacia mi persona: Como aquel día en el que Max me felicitó por haberme puesto a hacer la limpieza de mi casa, o aquella vez que Phoebe me mandó a decir con uno de los clientes que mis tartas estaban deliciosas, o como ese día en el que Ash se la pasó alabándome por lo fuerte que estaba siendo por afrontar mis problemas.

No siempre podía permitirme estar cómoda con cualquier halago en general y quizás por esa razón estaba un poco más ansiosa de asistir a mi sesión con Elizabeth.

Esta vez, era muy consciente de la diferencia entre mi primera vez ahí, y ella también se percató de eso en cuánto me vio entrar.

—Es grandioso verte tan ligera — Me dijo mientras me daba unas palmaditas en el hombro.

—Gracias — Le dije mientras recargaba mi nuca en el respaldo del sofá.

Me quedé un rato así, con los ojos cerrados, acariciando con la palma de mis manos el sofá, tratando de adivinar el tipo de material del que estaba hecho el colchón por el que había visitado durante más de dos meses.

— Hacía mucho que no me sentía de esta manera — Dije esto en voz muy alta.

La observé por el rabillo del ojo.

—Entonces, creo que tienes buenas noticias ¿Verdad? — Dijo esto con tono amable y con una pizca de emoción — ¿Lista para comenzar? Hoy sabremos que tan necesario es continuar con las sesiones.

Aunque me sorprendió escuchar que estábamos en la recta final, no me sentí temerosa ante la idea.

Elizabeth había dicho que tendríamos cinco citas de entrada y después de eso, podríamos evaluar mi avance para saber si es que realmente había logrado un progreso. Posiblemente me hubiera sentido acorralada con esa idea una semana antes pero ese día, me sentía con especial ilusión y no tenía miedo de escuchar sus conclusiones.

—¿Te gustaría comenzar? — Me preguntó con cautela.

Levanté el rostro al techo.

Bueno... Tampoco podía quedarme ahí para siempre ¿Verdad?

—El fin de semana pasado, traté de ver algunas flores de cerca.

Me sorprendí con la facilidad que esas palabras salieron de mi boca, con un tono relajado.

Elizabeth abrió la boca apenas unos segundos, sorprendida, pude ver como se enderezó en su asiento, como recordando su profesionalidad, estaba segura de que la había tomado con la guardia baja.

—¿De verdad? — Inquirió, visiblemente preocupada — ¿Y cómo te fue?

Solté una risa amarga y solté un suspiro.

—No como esperaba — Admití — Sé que la idea era tener solo herramientas para enfrentarlo, pero, sentí que podía hacerlo por mi cuenta. Al final, recibí un poco de ayuda.

Recordar ese episodio me hizo arrugar la nariz.

Tenía muy claro que la terapia de exposición no siempre era necesaria y que incluso para algunos, hablar era suficiente para desmantelar una fobia, pero específicamente en mi caso y con todo lo que había estado sucediendo, sentía que eso ya no bastaba.

La Florería De La CuadraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora