4. E L U S I Ó N

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—Esta semana has estado más distraída de lo normal — Comentó Phoebe.

Moví el cuello a los lados.

—No he podido dormir bien — Me sinceré con ella — Y creo que me torcí. 

—Busca sonidos de lluvia en internet, a mí me ayuda a dormir, son muy relajantes — Aconsejó — Y una buena almohada y colchón, por supuesto. 

No había pensado en sus propuestas como una opción evidente, últimamente no tenía cabeza para muchas cosas.

En las noches, me la pasaba rodando por la cama esperando que me diera sueño, si se me ocurría tomar el celular, terminaba viendo videos sobre repostería, lo cual era bueno, ya que se me olvidaba por un momento de que estaba durmiendo tan cerca de la florería, pero consumía horas que podía aprovechar para dormir.

—Creo que lo intentaré — Le dije — Para ser honesta, pierdo la noción del tiempo cuándo me pongo a tontear en el celular.

Me di la vuelta para abrir el horno y deslicé la rejilla, tomé un palillo de madera y lo metí en el centro de los panques para comprobar si estaban cocidos. Cuando estuve segura de que estaban firmes, saqué una a una las dos charolas de panquecitos.

Los coloqué en la mesa de acero para que se enfriaran un poco y me dispuse a comenzar a meter en el horno las conchas ya infladitas, puse también un poco de la masa para galletas y el pan de hojaldra en forma de oreja, más o menos terminaban su cocción al mismo tiempo, sería el tiempo suficiente para que se terminaran de templar los panques.

Había comprobado desde mi balcón que a las ocho de la mañana ya estaba abierta, eso significaba levantarme más temprano para darle la vuelta completa a la cuadra y tomar el autobús, a mi regreso (Y para mi buena suerte), el local ya estaba cerrado.

No tenía realmente una idea de mi aspecto físico, pero no debía ser nada grave ya que no recibí comentarios al respecto, más bien, daba la impresión de que solo lucía un poco desaliñada.

Phoebe y yo terminamos de adornar y rellenar los panquecitos con frambuesas, le habíamos agregado un poco de limón al betún y trocitos de almendra por encima, decoramos con chocolate derretido las orejas, llenamos de nuez y glaseado el pan de hojaldra y colocamos las galletas en bolsitas de celofán que cerramos con un pedazo de listón rojo.

Rod y Saúl nos ayudaron a colocar las charolas en la vitrina, Phoebe dejó las bolsas de galletas en la barra y ambas nos dispusimos a limpiar bowls, palas, el horno y charolas. Nosotras debíamos ser las primeras en terminar nuestras labores para que lo que restaba del día la gente pudiera comprar con tiempo, limpiar la cocina consumía unas cuantas horas así que terminábamos casi al mismo tiempo que los demás.

Todavía no había abandonado la idea de mudarme de departamento, solo que... No podía darme el tiempo de rondar por la colonia en busca de algún edificio.

Cuándo me mudé, aproveché mi papel como hermana mayor al acompañar a Max para matricularse en la Universidad, busqué opciones de renta que me permitieran tener un comienzo nuevo, uno que me permitiera demostrar que podía cuidarme y vivir perfectamente sola.

"Es justo lo que le faltaba a la colonia".

Recordé las palabras de esa mujer con desagrado, hasta una zapatería hubiera sido mejor idea y quizás, en ese momento, estaría estrenando nuevo calzado y no pensando en venderlo para tener dinero para la mudanza.

A pesar de sentirme agotada, mis compañeros me arrastraron a su aura, llena de felicidad y despreocupaciones cuándo llegó el fin de semana, porque eso significaba retomar la fiesta que había cancelado la última vez.

La Florería De La CuadraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora