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—Agitaré la gorra y aparecerán detrás de mí, ¿Entendido? — Ash levantó las manos, imitando el movimiento.

A mi lado, Max frunció el ceño, confundido.

—¿No era hasta que chasquearas los dedos?

—El plan cambió — Lo interrumpí — Ahora, Ash debe agitar su gorra para que podamos salir.

—¿Por qué descartamos la idea de llegar metidos en una caja?

—Demasiado teatral, además, ¿Cómo íbamos a íbamos a transportar una de nuestro tamaño?

—Ese era el problema número dos, May — Contestó Ash.

Mi hermano encogió los hombros.

Era la tercera vez que Ash cambiaba el plan para sorprender a nuestros padres, al principio sus propuestas no estaban mal pero luego comenzó a ponerse descabellado: Desde fingir que éramos enfermeros para atender un accidente en la vía pública en el que Ash era el afectado hasta aparecer mágicamente en las escaleras de la casa en la que Max y yo llevábamos tiempo sin habitar.

Logramos persuadirlo para hacerlo mucho más natural, pero, aun así, se aferró a darle su toque a nuestra aparición. 

—¿Quieres que repasemos el plan otra vez? — Pregunté bajito a mi hermano.

Max negó.

—Simplemente haré lo que tu hagas — Dijo — Además, ya no hay tiempo, ya llegamos.

La casa de mis padres era tal cual lo recordaba: Pequeña pero lo suficientemente cómoda para permitirnos tener nuestro propio cuarto, de dos pisos y un patio que mi padre llenó de asfalto y rejas para convertirlo en un espacio sin vegetación que pudiera incomodarme.

La fachada estaba provista de colores café claro y crema que le proporcionaban un ambiente más hogareño, el techo era el típico rectangular de loza gris y de no ser por ese detalle, casi parecía una casita de jengibre.

—Esto es extraño — Murmuró Max —Tengo la sensación de haberme ido hace apenas unas semanas.

Nuevamente, el tiempo parecía transcurrir diferente para todos menos para mí, eso generaba una sensación de despersonalización muy fuerte.

Ash estacionó el carro con cuidado, apretaba la lengua en sus labios, concentrado en no provocar ruidos que pudieran delatar nuestra llegada.

Cuándo puse un pie en el asfalto, los recuerdos de mi partida se presentaron como una película en mi cabeza.

Recordé aquel último vistazo a la fachada antes de subir al carro con mi hermano e irnos con nuestras dos últimas maletas, casi pude ver las caras de preocupación de mis padres (Quienes se habían negado a llevarme a la estación) para no hacerlo más difícil.

Estaba segura de que estaban mucho más preocupados por mi que por Max.

Eché un vistazo alrededor y entonces, vi a mi madre detrás de nosotros, sujetando una escoba metálica y a mi padre a su lado, con una cubeta llena de hojas secas.

—¿May? ¿Max? — La voz de mi madre era ahogada y bajita.

Ash se tensó a nuestro lado.

—Ay — Susurró — No puede ser.

Mi padre colocó la mano en el hombro de mi madre, dudoso.

—Hola, papá— Salude tímidamente.

—Hola, mamá — Dijo Max.

La Florería De La CuadraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora