7. Rápido como un gato, escurridizo como una araña

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Déjame robarte un beso que me llegue hasta el alma




Alec POV

Alec corría lo más rápido posible, para atrapar al Gato Negro, que le lleva al menos dos edificios de ventaja. Como había logrado otro robo, no lo sabía.

Bueno, quizá si. El Gato llevaba evadiendo al hombre araña por más de un año, y eso era principalmente por lo cautivado que estaba Alec por el ladrón. Cautivado por esos profundos ojos dorados, siempre con un delineado perfecto bajo el brillante antifaz, su voz dulce y suave cada vez que le llamaba "Arañita", de una forma tan caliente que debería ser ilegal.

Había algo sobre ese juego, el Gato y la Araña. Un jale y empuja, que de alguna forma funcionaba para ambos. Alec se encontraba pensando en el Gato Negro más de lo que quisiera admitir, todo el día en su trabajo y todas las noches esperando atraparle robando algún tesoro o a alguna persona de la alta sociedad.

Después de tantos años de ser el Hombre Araña, de noches monótonas y poca adrenalina, le había conocido. Atrapándole en el acto al robar una pintura del Met, cuando le había lanzado un beso a Alec y escapado de él.

Y desde entonces se la habían pasado persiguiéndose por los techos de la ciudad. Coqueteando y peleando en cada momento, con inocentes toques cada oportunidad disponible. Incluso a veces trabajando juntos, aunque siempre encontrando la forma de cometer un crimen que Alec dejaba pasar solo porque era el Gato.

Incluso se habían escapado pequeños fragmentos de sus vidas reales, cosas como sus comidas favoritas, lo que les gustaba desayunar. La vez que se había pasado toda la noche persiguiendo al Gato por la ciudad, y que cuando les había dado la mañana, el Gato le había invitado el desayuno. O cuando descubrió el amor del Gato por los clubs nocturnos, cuando lo siguió a un club de mierda a detener a una banda de criminales, solo para aprovechar y robarles en el proceso.

Y dios, Alec sabía que quería más.

Alec lanzó su telaraña y aterrizó sobre el techo de un edificio. Miró alrededor, intentando vislumbrar al Gato Negro entre la noche. Pero no había nada más que unas gárgolas de concreto y una gran alberca.

– Joder, – se dijo a si mismo, en frustración.

No frustración por no poder llevarle a la justicia, más bien por no poder haber tenido la oportunidad de estar más cerca de él.

– Sabes, – la voz suave que le encantaba dijo detrás de él. – Una de estas noches se te podría cumplir, –

Alec se giró para encontrar al Gato Negro sentado sobre la cabeza de una de las gárgolas del edificio. Sonrió burlonamente, desenroscándose de la gárgola, mostrándole sus afiladas garras, con las que Alec a veces soñaba rasguñándole la espalda.

Dio un salto y calló frente a Alec, con la bolsa de diamantes que había robado de la joyería, colgando de su cadera.

– Gato, – Alec tragó grueso por la cercanía del hombre. Los ojos del Gato bajaron a su garganta, claramente notando el movimiento.

Sonrió coquetamente, y se acercó aun más, para poder susurrarle cerca de los labios. – Hola, Arañita. –

– Devuélveme los diamantes, – Alec dijo, intentando tranquilizar a su corazón acelerado por la cercanía del Gato.

El Gato sacudió la cabeza, moviendo su cabeza a un lado para llegar a su oído, y pasando su garra por el pecho de Alec.

– ¿Qué tal si hacemos un trato? –

El Gato y la Araña (MAlec AU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora