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ㅤㅤㅤAnastasia había pensado que en realidad Charlie había sido muy dramático cuando dijo que iba a tardar diez horas en convencer a su amigo. Él no había acertado, pero ella se equivocó. Habían sido nueve horas. Definitivamente Billy no la quería ni un poco. Se preguntó si era solo porque era un vampiro, y pretendía convertir a su amigo en uno, o es que sus personalidades simplemente no encajaban.
Jasper había sido un caso de menos de cinco minutos. Se limitó a cuestionar porque el secretismo hasta que Ana respondió con una sola palabra, un nombre. Alice. Eso fue más que suficiente para el rubio, solo aceptó sin preguntar nada más. Nadie más que él sabía como era su esposa.
Encontrar un momento en que Alice no notara la ausencia de los rubios fue la segunda tarea más difícil. Anastasia no estaba particularmente involucrada en los preparativos, pero su sobrino sí. Además, era su esposo, claro que la castaña sabía casi siempre donde estaba.
Con la boda a la vuelta de la esquina, lograron escapar en un momento de intenso mandato por parte de su sobrina. Se estaba romantizando todo por la boda, pero su casa era prácticamente un dictadura y Alice estaba al mando. Si ellos estaban estresados, no podía ni siquiera imaginar cómo debía estar Bella.
Eso solo la hizo pensar en que Charlie y ella eran los siguientes. La idea de fugarse parecía increíble en ese momento.
Charlie estaba a cargo de Billy y Ana de Jasper. Prometieron encontrarse en el registro civil para no llamar de más la atención. Uno pensaría que el castaño la tendría difícil por llevar al discapacitado, pero la rubia la tenía peor porque estaba llevándose al esposo de Alice sin que nadie, especialmente ella, lo notara.
Anastasia estuvo cerca de atropellar a algunas personas con su loca conducción, pero nadie salió lastimado, por supuesto. Iba a casarse con el jefe de la policía, las multas no iban a ser un problema. En todo caso, no tendría problemas en pagarlas.
—¡Llegas tarde! —se quejó indignada.
¿No había sido así como todo había comenzado?
Según el humano le había contado, Billy no había estado muy feliz ni cuando aceptó ser testigo. Pero en ese momento miraba a su amigo lleno de diversión. En realidad, parecía un poco feliz por la situación.
—Hola a ti también, cariño. Gracias. Tú también te ves increíble —le dijo con sarcasmo.
El hombre rodó los ojos con un pequeño sonrojado las mejillas.
—Yo soy el impuntual, no tú —murmuró y la tomó de su mano, arrastrándola al interior. —Billy estuvo a punto de irse. Insinuó que me dejaste en el altar. ¿Te dije que tarde nueve horas en convencerlo?
