Antes
Caí rendido en la camilla, sudoroso y con la respiración aún agitada. Valerie intentó rodearme con sus brazos para acurrucarse en mi pecho, mas con un empujón la aparte de mi lado y me senté dándole la espalda.
Siempre era lo mismo. Echar un polvo, darles falsas esperanzas a todas con la idea de que algún día sentaría cabeza, y dejarlas como todo buen caballero - si claro - en sus habitaciones personales. Nunca repetía de habitación.
- ¿No te quedarás un rato más? - la voz chillona de ella crispo mis nervios. ¿Como era que todas se ingeniaban para hablar en el mismo tono?
- No, tengo clases - contesté secamente fundiendome en mis jeans gastados y recogiendo del suelo mi camiseta. Valerie se deslizó hasta quedar cerca de mí, intentando abrazarme por la espalda.
Nuevamente tuve que alejarme de ella de mala gana, nunca se había puesto tan pesada.
- Te llamaré, luego - la mentira salió de mis labios por si sola, como si le estuviera agradeciendo.
- Okay - aceptó, rendida. Antes de que me soltará alguna estupidez romántica como ''te quiero'' salí de la enfermería y cerré la puerta.
Me despeiné el cabello y camine por los pasillos como si nada. Primer día de clases y ya había echado un polvo sin tener ni siquiera una clase. ¿Cómo Valerie había caído tan fácil? Debía de tacharla de mi lista, ya era la cuarta vez que me metía con ella. Estaba buena y todo, pero no era para tanto.
Doblando la esquina aparecieron Kim y Phoebe. Era increíble que fueran gemelas, pero no se parecieran en nada. Las conocía de años y nunca las había confundido.
Kim era unos centímetros más alta que Phoebe, tenía hoyuelos en las mejillas y siempre usaba su cabello largo en una coleta.
Phoebe aveces tenía el cabello sujeto por una liga verde, hasta que se lo cortó. Llevaba un collar en su cuello a todos lados.
Aunque las gemelas fueran atractivas, yo nunca acabaría en una cama con ellas. Las consideraba mis mejores amigas, ya que las conocía hace un buen tiempo.
Cada vez que las veía las recordaba hechas unas crías, corriendo tras la otra por un juguete brillante.
- Hey - Phoebe apareció frente a mí y me dio un golpe en la cabeza de manera cariñosa, muy típico de ella.
- ¿Dónde estabas? Hemos estado buscándote - Kim me reclamó sin sonar molesta y sonreí con el gesto. Siempre era divertido hablar con ellas.
- No puedes perderte tan rápido - me encogí de hombros, avanzando por el pasillo con ambas.
- ¿Para que me buscaban?
- Estábamos camino al pub, los demás nos esperan allá. Mañana llegan los críos y queremos aprovechar - las palabras de Kim me alegraron, la única cosa que me alegraba el día.
Al día siguiente llegarían los nuevos, y entre ellos Parker. Aquel capullo que no veía en tanto tiempo. Nos conocíamos de toda la vida y no lo veía en años. Kim era la menos contenta con su llegada, mientras a Phoebe la situación la divertía.
Parker también conocía a las gemelas desde que estas eran unas crías, y estaba enamorado de Kim desde entonces. Kim había gozado de cinco años alejada de él, un paraíso que había llegado a su fin.
- ¿Los críos? - si no recordaba mal solo llegaba Parker. Phoebe sonrío divertida junto con Kim, como si ambas supieran algo más. ¿Por qué siempre tenían ese gesto en la cara?
- Vamos, Chace nos matará por llegar tarde - asentí con la cabeza, si ellas sabían algo no me lo dirían. Sería mejor recurrir a fuentes más fáciles: Chace.
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|Cenizas|
Teen FictionLana King, desenvuelta y rebelde. La clase de chica que haría lo contrario a lo que le dijeras, la clase de chica que es inalcanzable para todo el mundo. Fría como el hielo, dura como una piedra. ¿Acaso tiene un corazón? Ryan Smith, el típico moja b...