Yoongi entro a la habitación con una vaga imitación de desayuno, cereal y frutas enlatadas que había conseguido en la tienda 24/7 antes de llegar al acantilado y los anuncios de restricción por riesgo a animales depredadores. Lo colocó en la mesa y se sentó en un taburete viendo fijo a Jimin que parecía perdido en el proceso de asimilar que estaba despierto.
Tomó un bocado, tragando con dificultad.
—¿Y bien?
—Quiero ir a la parroquia del otro lado de la ciudad.
Yoongi enmarco una ceja.
—Solo llevame cuando no me sienta tan mal.
Jimin aplanó sus labios y removió de su plato las cerezas.
—La policía no volvió desde anoche así que puedo suponer que dejaron el caso nulo, pero debo ir a verificar lo que Seokjin vió, al menos para dejar tranquila su conciencia.— Yoongi tomó las cerezas curvando los labios por el fuerte sabor.
—¿Los vecinos extraños?
—No debería haber nadie con vida ahí.
Jimin se frotó las mejillas dándose calor con las manos, podía ver la niebla desde ahí.
—¿Puedo preguntar porque estamos aquí juntos aun cuando intentamos matarnos?— Jimin dejó el plato con las latas vacías sobre el.
—Te gusta revivir el pasado.— Yoongi bufó antes de hablar—. ¿Prefieres irte a la calle?
Jimin negó subiendo sus piernas a la cama, abrazándose a ellas, había encontrado un confort en esa posición a través del tiempo, como si él mismo fuera su escudo.
—No te vi nunca cazando o bebiendo sangre, jamás pensé en que fueras...
Yoongi alzó un el dedo índice.
—Te lo contare porque esto va a quedar entre nosotros.— relajó los hombros como si meditara en lo que iba a decir—. Antes de entrar a la universidad tenia un amigo, lo conocí porque en esos días yo estaba intentando actuar como un adolescente en verano que quiere dinero para sus caprichos, cuando en realidad solo quería volver a cuando era mortal. Jung Hoseok. Él estaba en la universidad y si no mal recuerdo estudiaba biología marina, venía todos los días a comprar café y flan, como una rutina inquebrantable.
Jimin se acomodó acercándose mas a Yoongi.
»— Supongo que esperas lo que viene, nos hicimos amigos. En ese tiempo cazaba a diario por las noches porque no podía controlarme y en uno de esos días lo encontré ebrio cerca de un bar a kilómetros del campus, lo drene, aunque quise detenerme como lo hacia con otras personas, no pude, porque él no quería separarse y-
—Detente, se a lo que va eso. Suena a historia de romance mal contada por ti.— Jimin le miró mal.
—No es romance, no le ame en ninguna momento.
—¿Ah, no?, y, ¿porque la abstinencia desde ese día?
— Vi a una madre llorando por su hijo que nació muerto, las personas a su alrededor decian que ella estaba loca y huían, pero el dolor en sus ojos me atravesó.
Jimin sonrió pequeño.—¿Cuantos años llevabas viviendo?
—¿50?,¿60?,¿65?...algo como eso.— alzó sus hombros.
—Entodo este tiempo solo te arrepentiste una vez y yo me viví renegando...
Yoongi se puso de pie.
—Solo trata de vivir hoy.
—¿Vas a matarme un día de estos?
Yoongi rió negando.
Salió de la casa hasta cruzar el porche de la casa de al lado, vacía pero con un ambiente lúgubre, encendió la luces encontrándose con los trazos blancos de los cadáveres, tres como lo había dicho Seokjin. Subió las escaleras encontrándose con la habitación que se podía ver desde el ventanal de su casa. Algo empezo a salir de debajo de la cama. Una extraña criatura con vendas y liquido viscoso que la adhería, al ver por un rato encontro la forma humaba, encorvada.Yoongi se acercó hasta tocarlo.
Solo era un alma en pena.
—Hoseok...
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Jimin salió al jardín, un poco reseco y con las rosas inclinadas. Las abrazo hiriéndose la piel en el proceso. Las rosas azules estaban opacas.
Se sentó ahí a acariciar los pétalos tostados sobre el suelo.Sentía el viento acariciarle.
Comenzó por remover las hojas de la mesa de cristal y volver a la casa por algo que fuera útil. Trajo consigo unas tijeras y la pequeña pala. En el espacio sin hierva escarbó hasta que tuvo una profundidad.
Lo dejo así volviendo adentro. En la casa vacía las cortinas parecen fantasmas y el susurro del viento en los cristales colgando del techo.
Se sintió como nunca, quizás indefenso.