CAPITULO 4: Un paso a la vez

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22 de marzo de 2020.

Los días siguientes a su muerte, el clima en Tangara era un desastre. ¿Cómo era posible que hiciera tanto frío en marzo? O lo que era aún peor, ¿cómo era posible que hiciera tanto frío cuando hace tan solo unos días tenía que andar en ropa interior por el departamento debido al calor que hacía?

Tuve que haber supuesto que algo malo ocurriría en cuanto vi el pronóstico, porque la lluvia de aquella noche trajo consigo vientos despiadados y una posterior tormenta eléctrica. Era como si el universo me estuviese dando una señal de que algo terrible ocurriría, una que yo no pude ver en su momento pero que entendí luego.

La temperatura bajó de manera inusual, como si el mundo me estuviese gritando que tuviera cuidado, que todo se vendría abajo. Pero no lo noté. No al menos hasta después del funeral, cuando el shock inicial había pasado y comenzaba a asimilar que Emma en verdad se había ido. El amor de mi vida me había dejado justo después de comprometernos. ¿Cómo se suponía que debía seguir con mi vida después de esto? Nada volvería a ser igual. Ella era mi compañera, mi amiga y mi refugio, y ahora me encontraba sola.

Una parte de mí me decía que nunca debí entregarme por completo a Emma, que ese era el motivo por el cual estaba sufriendo. Pero la otra parte de mí, la que con el tiempo se fue silenciando hasta transformarse en un suave eco incomprensible, me recordaba que haberle dado todo mi corazón fue lo que hizo que valiera la pena todo lo que vivimos juntas.

Los días posteriores al velorio fueron los peores. A veces me olvidaba que ella ya no estaba junto a mí y colocaba platos para dos personas en la mesa, o preparaba el doble de café. Incluso dormía en mi lado de la cama, esperando que en cualquier momento llegara y se acostara, haciendo que su peso hundiera el colchón a mi lado.

También noté que había una serie de cosas que no tenía sentido que siguiera realizando, como usar auriculares en casa, algo que hacía solo para no distraer a Emma mientras pintaba. O seguir comprando los pañuelos descartables con temática de Disney solo porque a ella le gustaba que tuvieran dibujitos. Incluso no había vuelto a usar pimienta en las comidas, solo porque ella era alérgica. Era patética, pero no podía evitarlo.

23 de mayo 2021

Levantarse de la cama tal vez es algo simple para muchos, un paso pequeño. Pero para mí, es algo enorme. A menudo me siento culpable por tener estos pensamientos, es decir, sé que hay personas en el mundo pasando por situaciones aún peores a la mía, pero ¿cómo sabes que estás exagerando tus problemas y hasta qué punto está bien minimizarlos? ¿Habrá un tiempo límite para dejar de sentirse mal? ¿Se lo imaginan? Ya han pasado diez días, ya no puedes quejarte cada vez que sales de tu cama. Oh, mira, ha pasado un mes ¿es una lágrima lo que veo? Límpiala. Ya pasaron cinco meses, debes sonreír más, las caras largas están prohibidas en esta etapa. ¡Sorpresa! Al fin se ha cumplido un año, ya puedes dejar de sumergirte en tu auto desgracia y tú mar de depresión para seguir con tu vida como si nada malo hubiese ocurrido.

Bueno, tal vez no haya tiempos establecidos para el sufrimiento, pero en verdad me harían falta, porque necesito que acabe de una maldita vez, ¿debería hacer algo para que se terminara esta agonía?

Fastidiada por mis pensamientos de sábado por la noche, tomo mi libreta y anoto en letras cursiva. 

 

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Nuestro cielo de colores (Lara Galeano) PRONTO EN FÍSICO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora