5 de abril de 2020.
Con el tiempo había entendido tres cosas: una era que realmente no quería seguir viviendo. La otra, es que nunca le haría pasar a alguien por lo que yo estaba sufriendo. Aunque había reducido el número de personas que me aman a una (mi madre, por supuesto), lo último que quisiera sería causarle dolor. De solo imaginarla llorando en mi funeral, tomando mi mano pálida y fría... simplemente no podía.
—Quiero estar muerta— le había dicho a mi psicóloga—. Pero no quiero morirme, ¿tiene sentido?
—¿Puedes explicarte?
—No quiero que alguien más sufra solo porque yo me harté de sufrir.
No recuerdo cuál fue su respuesta, probablemente porque no me interesaba lo que tenía para decir, pero el caso es que ya estaba harta de fingir que era fuerte.
Nunca más vi a esa psicóloga.
Al pasar los meses, comencé a obligarme a hacer cosas para estar bien, los pensamientos suicidas disminuyeron y fui consciente de la tercera verdad: la razón por la que me encontraba destruida era porque cometí un error enorme y bastante obvio a los ojos ajenos. Mi dependencia emocional por Emma estaba lejos de considerarse algo sano, y eso también era lo que estaba matándome, no sólo el hecho de amarla tanto.
No sólo le había entregado mi corazón, también había depositado cada aspecto de mi vida en ella y, cuando se fue, se llevó todo consigo. Mi estabilidad dependía de una persona que ya no volvería y debía volver a encontrarme a mí misma, volver a conocerme y amarme, pero a estas alturas, no estaba segura de si pudiera hacerlo.
¿Cómo sabe una persona hasta donde entregarse a otra sin sufrir luego?
25 de mayo 2021.
El domingo posterior al karaoke con Demian, me sentí muy energética, lo suficiente como para poner en orden y limpiar todo mi apartamento. Incluso me digné a poner en buenas condiciones las ventanas, las cuales llevaban al menos seis meses sin que alguien limpiara el cristal.
A pesar del buen fin de semana, lamento decirles que mi buena racha de humor terminó en cuanto mis clientas de hoy pusieron un pie en la tienda, es a ellas a quien les atribuyo toda la culpa de que ahora mismo me encuentre mega furiosa y que el lápiz que estoy utilizando para anotar en mi libreta se quiebre por la mitad debido a la fuerza que ejerzo en él al escribir.
Ambas damas de honor me observan con la boca abierta, luego voltean para seguir hablando entre ellas y tomo una gran respiración para evitar echarlas de la tienda.
Maddy, la novia a la que estoy diseñándole el vestido, sale del probador con los ojos cristalizados, algo que estoy acostumbrada en este trabajo. Me aparto del mostrador acercándome a ella con el ceño fruncido porque está claro que esas no son lágrimas de felicidad.
—¿Qué ocurre?—cuestiono extendiéndole una caja de pañuelos desechables para que se limpiara— ¿Hay algo malo con el diseño o la confección?
Había diseñado el vestido hace varias semanas, siguiendo las órdenes de las tres personas presentes, sin embargo no fui yo quien se encargó de materializarlo, pero si me tomé el trabajo de revisarlo antes de la prueba de vestido y todo se encontraba en orden.
—No, el diseño es precioso y es lo que pedí— me dice pasando el pañuelo por su rostro—. Solo que siempre me imaginé mi vestido de bodas de otra manera.
—Oh, cielo— habla una de sus amigas caminando hasta posicionarse a su lado. Le da un pequeño abrazo y la observa con desaprobación—. Sabes que las circunstancias cambiaron.
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Nuestro cielo de colores (Lara Galeano) PRONTO EN FÍSICO
RomantizmSi hay algo más desastroso que la habitación de Ivy, probablemente sean sus pensamientos. Atormentada por la ausencia de su prometida, Ivanna decide que el amor y la amistad no ocupan un papel importante en su día a día. De hecho, se propone aleja...