4 años después...
14 de mayo 2021.
A veces me pregunto si hay más personas como yo en el mundo. Otros a quienes también la vida les haya dado todo para ser feliz, para poder sentirse plenamente llenos y creer que lo que los rodea es perfecto tal y como está, que no les falta nada. Pero de repente, sin previo aviso, todo cae en picada.
Lograste graduarte de la universidad en una carrera que amas. Al fin vives en ese departamento que tanto anhelabas en el centro de la ciudad, ese con los ventanales enormes y el piso de mármol. Te miras al espejo y, después de años de rechazar todo de ti, le sonríes al reflejo porque te convertiste en la mujer que siempre soñaste ser (no me refiero a tu aspecto físico, sino a esa expresión de triunfo que ahora portas con confianza y a ese brillo de seguridad en tus ojos). El amor de tu vida te propone matrimonio en el hogar que construyeron juntos, con el atardecer más rosado que hayas visto alguna vez de fondo y tú canción favorita sonando en la radio. Todo es perfecto en tu vida.
Pero de un momento a otro, sin ni siquiera entender como llegaste a ese punto, te encuentras trabajando en un lugar que detestas tanto como tener que levantarte por las mañanas. Tu hogar se siente frío y vacío y ver el movimiento de la ciudad desde la altura, solo logra deprimirte más. La imagen que proyectas, la que tanto admirabas y de la que estabas orgullosa, ahora es desastrosa y da pena. Por si fuera poco, las bolsas bajo tus ojos causadas por la obvia razón de llevar incontables noches seguidas llorando sin dormir, no ayudan a que las personas dejaran de preguntarte como estás. Y tú gran amor...
León maúlla junto a su plato de comida vacío sacándome de mis pensamientos. Me pongo de pie refregándome ambos ojos con las manos y comienzo a caminar hacia mi gato, consciente de que en unos minutos debo ponerme en marcha hacia el trabajo. León maúlla una vez más haciéndome reír.
—Ya te oí— le hablo tomando la bolsa de alimento y poniéndome de cuclillas para estar a su altura. Vierto un poco del contenido en su tazón y le acaricio el pelaje oscuro con mi mano libre—. Al menos sé que tú no vas a abandonarme.
Mi mascota ronronea y pasa su cola peluda por mi pierna en respuesta, como si pudiera entenderme.
—Ojalá pudiera llevarte al trabajo— le digo observándolo comer—. Jenna se moriría. Literalmente—. Mi jefa se encarga de recordarme su alergia a los felinos cada vez que tiene la oportunidad de hacerlo.
Suspiro poniéndome de pie y camino hacia la cocina para desayunar algo rápido antes de ir a trabajar. Analizo mis pocas opciones y me decido por servirme el poco cereal que queda en la caja.
Me despido de León, salgo del departamento y bajo los tres pisos en el ascensor tarareando una canción en mi mente.
La misma canción que todos los días.
Compro un café pequeño (que sabe fatal, no sé por qué insisto en tomarlo cada mañana) en la cafetería que se encuentra junto a mi edificio y lo bebo de camino hacia la tienda donde trabajo, la cual solo queda a un par de cuadras de mi hogar, razón por la que todos los días me despierto más temprano de lo que debería solo para permitirme ir a pie y así prepararme mentalmente para ir al peor trabajo del mundo.
¿Podrían imaginarse por un segundo a un veterinario alérgico a los animales? ¿a un profesor de literatura que odie leer? ¿a un cantante que no disfrute de la música?
Es absurdo, ¿verdad?. Bueno, con esas imágenes en sus mentes, voy a contarles una analogía muy graciosa (claro que solo será divertido si no eres tú la protagonista): ¿qué opinan de una diseñadora de vestidos de novias que deteste el matrimonio? Lo sé, es completamente ridículo, pero esa es mi historia, soy la chica en la recepción de Sueños dorados hablando por teléfono con su madre.
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Nuestro cielo de colores (Lara Galeano) PRONTO EN FÍSICO
RomansaSi hay algo más desastroso que la habitación de Ivy, probablemente sean sus pensamientos. Atormentada por la ausencia de su prometida, Ivanna decide que el amor y la amistad no ocupan un papel importante en su día a día. De hecho, se propone aleja...