CAPÍTULO 14: Feliz cumpleaños a mí

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Capítulo 14: Feliz cumpleaños a mí.

9 de abril de 2020.
Coloqué el celular entre mi oreja y mi hombro para poder utilizar ambas manos y buscar el maldito frasco de café. Se suponía que debía estar junto al azúcar.

—Escucha mamá— le había dicho, ciertamente frustrada por no poder hacer mi desayuno en paz, teniendo que escuchar su discurso repetitivo de superación—. Estoy bien. Sólo quiero tomar un café e irme a trabajar o llegaré tarde, ¿Puedes permitirme hacerlo sin perforar mis tímpanos con tu monólogo ensayado sobre que voy a estar bien?¡Estoy bien, mamá! Sólo necesito una estúpida taza de café.

Cerré la alacena con un portazo tan fuerte que hizo vibrar el resto de los frascos que se encontraban en la repisa. Recuerdo que comencé a buscar el envase de café por el resto de la cocina con la mirada, también la sensación de que algo dentro de mí se moría un poco más cuando lo encontré junto al lavamanos, vacío.

—Ivanna…

—No hay café, mamá— la interrumpí entre sollozos—. Es mi primer día de trabajo desde que ella se fue y no hay café ¡No hay café!

Comencé a respirar de manera entrecortada, sintiendo que me ahogaba. Me quité la bufanda que envolvía mi cuello pero eso no disminuyó la sensación de asfixia que me estaba invadiendo, así que proseguí con el abrigo. A pesar del frío que hacía en ese entonces, me despojé también de mi camiseta y no fue hasta que me encontré en sostén y tirada en el piso, con las rodillas contra mi pecho y mi rostro hundido entre ellas, que volví a sentir que no estaba muriendo.

Aunque no tenía el celular en altavoz, fui vagamente consciente de la voz de mi madre cargada con desesperación, gritando mi nombre una y otra vez tan fuerte que me sorprendí que la garganta no se le hubiese desgarrado. Tomé mi móvil del suelo de la cocina, sin saber cuándo lo había dejado caer, y respondí.

—No hay café mamá. Emma se encargaba de asegurarse de que siempre haya café en la casa, era una de sus tareas designadas— sollozo limpiando mis lágrimas con la palma de mi mano—. Nunca tuve que preocuparme por si nos quedábamos sin café, porque era su tarea, así como era la mía asegurarme de que siempre haya papel higiénico. Y ya no hay café.

—Oh, cariño— fue todo lo que dijo, supongo que sabía que nada de lo que dijera podría hacerme sentir mejor.

—Ya no hay, se acabó — susurro—. Se acabó.
Mamá no cortó la llama, tampoco habló por los próximos minutos, algo que agradecí muchísimo, porque ambas sabíamos que no me estaba refiriendo al café y el que lo entendiera significó mucho para mí.

Esa mañana no preparé mi propio café, aunque ninguna de las que le siguieron a esa tampoco. Y en el fondo sabía que probablemente no lo haría en mucho tiempo.


10 de noviembre 2021.

Observo la hora en mi celular y noto que aún tengo algo de tiempo para pasar por la cafetería que se encuentra junto a mi edificio así que, antes de ir a trabajar, me pido un café americano para llevar y continúo mi camino bajo el sol hacia Sueños dorados. A mitad de mi recorrido diario, siento las mejillas calientes y las manos pegajosas por el calor, así que descarto el vaso de plástico en un basurero de la vía pública a pesar de que aún queda algo de su contenido. Faltan un par de semanas para el inicio del verano, pero el cambio de temperatura se evidencia en la ropa pegándose a mi piel y la bebida caliente solo lo empeora.

Las últimas tres semanas han sido considerablemente buenas. No volví a ver a Demian desde aquel beso en mi habitación, pero los mensajes no se detuvieron desde que decidí volver a hablarle. Sé que me está dando mi tiempo, que se está esforzando en darme mi espacio porque estoy segura que, si de él dependiera, ya se encontraría en mi departamento, acostado en el sillón con León en sus piernas y el control remoto en sus manos, eligiendo cuál sería la próxima película que veríamos.

Aliso mi falda con mis manos y doy un último respiro antes de entrar a la tienda dónde he trabajado los últimos dos años. Hoy, después de tanto tiempo de preparación e incertidumbre, llegó el día en que Jenna Alonso dejará de ser mi jefa.

Esta mañana todo se siente diferente, supongo que por el hecho de que renunciar a Sueños dorados es algo que he querido hacer incluso antes de que me dieran el trabajo, pero cada vez que postergaba mi renuncia, parecía más lejana la posibilidad de conseguir un nuevo empleo. Sin embargo hoy es mi cumpleaños y decidí darme el mejor regalo de todos, aún sin la certeza de que me darán el puesto en Chiara’s, estoy dispuesta a arriesgarme y dejar mi trabajo

Por lo general, cuando abro las puertas del local, mis compañeros de trabajo ya se encuentran en sus puestos porque utilizan la puerta de emergencias para no tener que esperarme cada mañana. Jenna no suele venir muy seguido a la tienda, lo que es un alivio, pero cuando me encuentro a pocos metros de la entrada, descubro que las puertas han sido abiertas, las cortinas de los escaparates levantadas y fueron prendidas las luces.

—Llegas tarde.

—No es cierto, estoy en horario— respondo a Jenna, quien me recibe al entrar a la tienda con su ceño fruncido y los brazos cruzados—. Aún faltan cinco minutos para la hora de apertura.

—Pero se supone que debes llegar al menos quince minutos antes— me riñe enfadada— ¿Y qué es lo que llevas puesto?

Observo mi ropa deportiva y me encojo de hombros. No veo nada malo en mi vestimenta, por supuesto que no es un atuendo adecuado para trabajar, pero la realidad es que hoy trabajar no está en mis planes.

Nuestro cielo de colores (Lara Galeano) PRONTO EN FÍSICO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora