CAPITULO 12: Sé lo que dirás

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20 de marzo 2020.

Terminé de atar los cordones de mis zapatillas y le dí una rápida mirada a Emma, quien estaba bebiendo un sorbo de su café matutino super dulce, más de lo que a cualquier persona podría llegar a gustarle.

-¿Qué harás cuando termines de tomar ese café?- le pregunté de forma acusadora desde la cama, para ponerla a prueba.

-Lavar la taza, ya lo sé - respondió riendo, dado que no era la primera vez que se lo pedía y ya estaba acostumbrada. Por supuesto que no se trataba de una obsesión mía para que toda la vajilla esté pulcra, sino que los restos de azúcar que quedaban en el fondo de su taza, siempre atraían a una incontable cantidad de hormigas a nuestra cocina. Ese día no me apetecía volver del trabajo y encontrarme con una fiesta de insectos en nuestro apartamento.

Emma salió de la habitación y al cabo de unos minutos regresó para comenzar a guardar con gran rapidez un par de cuadernos de bocetos en su bolso de trabajo.

-¿Ya te vas? - cuestioné haciendo sobresalir mi labio inferior y pestañando rápidamente para formar una cara tierna, o al menos, intentarlo.

-Cuando haces eso solo me da ganas de reír- dijo acercándose a mi-. Emilio me llamó asegurando que se trata de algo urgente. Al parecer, alguien está muy interesado en una de mis obras y no quiero perder la venta.

Se agachó para depositar un tierno beso en mi nariz, pero la retuve tomándola con suavidad de una de sus muñecas antes de que pudiera alejarse.

-Despídete mejor, voy a extrañarte- le exigí con una gran sonrisa.

-Nos veremos en un par de horas- respondió. Aun así, yo no la solté. Ella suspiró, fingiendo que mi suplica era algo que le costaría mucho trabajo cumplir.

-Eso es una eternidad.

-Trabajas en el local de en frente, puedo cruzar al otro lado para besarte.

-O para comenzar a hablar sobre nuestros atuendos para la boda.

Mi comentario le había gustado, pude verlo en su mirada. Así que la segunda vez que acercó su rostro al mío, fue para besarme en la boca. Pude sentir el gusto a café en ellos y, aunque yo no era muy fan de la cafeína, no tenía ninguna queja si se trataba de probarla de sus labios.

-Lava la taza por mí, por favor - me pidió alejándose antes de que pudiera hacer algo para evitarlo. Tomó su maletín y salió corriendo de la habitación como si fuese una niña.

-¡Emma!- grité riendo, me puse de pie para ir tras ella, pero era demasiado tarde. Escuché su voz diciendo que me amaba y que nos veríamos luego, seguido de un portazo.

Nadie me dijo que esa sería la última vez que la oiría.

Por supuesto que yo no lo sabía en ese momento y, ajena a lo que iba a ocurrir, me tomé mi tiempo para lavar toda la vajilla que había quedado de la noche anterior, además de su taza con una gran cantidad de azúcar húmeda en el fondo.

La llamada que llegó esa mañana me tomó por sorpresa y me arrepentí al instante de haber puesto el altavoz. Tal vez si no lo hubiese hecho, eso impediría que la taza resbalara de mis manos y se quebrara en mil pedazos, o que la voz de aquella persona que encontró el celular de Emma retumbara por todo nuestro hogar, diciéndome que ella había tenido un accidente.


Observo mi reflejo en el espejo frente a mí. Una versión más alegre de mí misma me devuelve la sonrisa del otro lado, haciéndome saber que fue una buena decisión separarme de Ailin y Luisa para entrar en la única peluquería del centro comercial. La última vez que corté mi cabello fue cuando Emma aún vivía. Por supuesto que nunca lo había llevado tan corto, pero tenerlo hasta la cintura ya comenzaba a molestarme.

Nuestro cielo de colores (Lara Galeano) PRONTO EN FÍSICO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora