CAPITULO 7: No le temo a la muerte.

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19 de diciembre de 2017.

Me encontraba caminando por el nuevo parque de atracciones que había abierto a unos minutos del campus, escuchando por milésima vez a mi novia quejarse sobre nuestras otras dos compañeras latinas.

—¿Por qué sólo no las ignoras? —le pregunté dando un sorbo a mi refresco. No quería hablar sobre ellas, pero me servía para ganar tiempo y prepararme mentalmente para la propuesta que estaba a punto de hacerle.

—¡No puedo ignorarlas! — me había respondido con un tono de voz infantil, que admito me dio algo de ternura— Se pelean hasta por si las mejores arepas son venezolanas o colombianas!

—Sabes que esas discusiones nunca van a tener fin. No le des importancia.

—Además, oí que una de ellas dijo que nuestro acento es raro— declaró muy seria.

—¿¡Ella dijo eso?!— pregunté indignada. Las dos chicas con las que compartíamos habitación discutían muy a menudo, sin embargo, Emma y yo nunca nos habíamos entrometido en sus disputas.

—No, no lo hizo. Pero si lo hubiese hecho parece que te ofendería.

—Está bien, si me ofendería — declaré entendiendo su punto —. Puedes seguir quejándote de Marina y Rosmery.

—Gracias, que considerada— responde tomando mi mano, acariciando mi pulgar con el suyo—.Tal vez solo se gustan— añade después de un momento en silencio

—¿Por qué se gustarían?

—Porque se odian.

—Lees muchos libros.

—Seria un bonito enemies to lovers— declara dejando de caminar y posicionándose frente a mi, evitando que siguiera el camino.

—¿Cómo podrían ser amantes cuando hace dos segundos estabas quejándote de que se odian?

—¿No es ese el concepto de Enemies to lovers?

—¿Subimos a la rueda de la fortuna?— pregunté sin contestarle, rodando los ojos y volviendo a tomar su mano, dado que había soltado la mía para cruzarse de brazos y exponer su teoría.

—Si, también podríamos jugar a correr sobre clavos o romper vidrios en nuestras cabezas, tal vez sea menos peligroso— dijo con sarcasmo.

—Si fuera peligroso, las personas no subirían y hubiesen cancelado el juego hace años.

—Con la mala suerte que tengo, seguro se cae y sale rodando.

—Eso es imposible.

—Pruébalo— me pide.

—¿Qué? No puedo probarlo. Solo lo sé y ya.

—Puras especulaciones, necesito más datos— insiste.

—Algo como... ¿esto?— le digo dejando un beso en sus labios.

—Eso no tiene nada que ver con la peligrosidad del juego, pero creo que me convenciste— declara riendo.

—Eso es porque eres muy fácil de convencer.

—Lo soy si se trata de ti— responde, esta vez besándome ella.

—Cursi.

—Tu fuiste la que intentó convencerme con besos de subir a un juego diseñado para generar acrofobia.

Nuestro cielo de colores (Lara Galeano) PRONTO EN FÍSICO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora