Capítulo 7

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Alina

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Alina

Las personas creamos hábitos que realizamos, por lo general, con frecuencia. Ir a visitar la tumba de mi padre varias veces a la semana es, para mí, uno de esos hábitos. Me ayuda a recordarlo, al igual que me mantiene con los pies en la tierra para alcanzar las metas que me he propuesto. Solo espero que esté orgulloso de mi, de las cosas que he realizado. Quizás hubo un tiempo en el que me sentía avergonzada de las decisiones que estaba tomando, pero siempre me mantuve en comunicación, explicándole las razones de mis acciones. Estoy segura de que, si él estuviese vivo, mi madre no se hubiese convertido en lo que es hoy en día: una mujer sometida que dejó de ser ella misma para darle todo el poder a un hombre. Es triste ver el modo en el que ella cambió en un abrir y cerrar de ojos, pero la realidad es que ella dejó de ser mi madre y no creo que nuestra relación llegue a un acuerdo común en un futuro.
Le hablo a mi padre por alrededor de treinta minutos y, aunque no escucho ninguna contestación a mis preguntas, trato de imaginar lo que él me diría según lo recuerdo cuando era niña. La música de los 80's siempre me acompaña para así también recordarlo cantar y tocar la guitara. Busco -Spotify en mi iPhone y Alone, de la banda Hearts, comienza a despertar a las criaturas del cementerio Oakwood, en Arlington.
La mañana de otoño está fría y los jardines están cubiertos de múltiples hojas de diferentes colores. Regreso a Horizonte luego de coger un Uber y apreciar las hermosas calles de Arlington durante la mejor época del año en la ciudad. Esta temporada nos ofrece la sensación de que un nuevo renacer se avecina, y el simple gesto que nos da la naturaleza me brinda la energía necesaria para mantenerme enfocada.
A poco pasos de llegar a mi puesto, noto que hay un huracán en una de las habitaciones de los pacientes. Veo a Richard entrar al cuarto de Sebastián cargando con una bolsa de suero nueva y múltiples toallas.
—Alina, gracias a Dios que llegaste. Vamos a necesitar tu ayuda esta mañana. Varios de los nuevos pacientes están en sus peores días y todos estamos ayudando para mantenerlos hidratados sin drogarlos más de lo que ellos comúnmente están acostumbrados. Everett se ha arrancado el suero tres veces ya, y lo necesita. Si continúa sin absorber líquidos, los próximos días serán peor para él. Solo necesito que lo tengas en observación, estaré monitoreándolo, pero él debe tener a alguien con él a cada segundo. —Con esta explicación, me da todo lo que tiene en sus manos.
No tengo tiempo de objetar, además de que es mi deber ayudar en lo que sea necesario.
Antes de entrar a la habitación de Sebastián, escucho la voz de Bonni a lo lejos, en el pasillo. Le brinda instrucciones a otros consejeros para que ayuden con los pacientes durante el resto del día. Trabajar aquí por siete años me ha ayudado en muchos aspectos, también me brinda la oportunidad de aprender más sobre enfermería. Y esta mañana no será la excepción.
Entro a la habitación de Sebastián y encuentro todo oscuro, excepto la luz del baño que sale debido a que la puerta no está del todo cerrada. No sé por qué, pero siento mis nervios llegar a mil. A pesar de haber ayudado un poco anteriormente con otros pacientes, algo en mí me deja saber que esto no es lo mismo.
La puerta del baño se abre por completo de repente y el deslumbrante torso desnudo de Sebastián me recibe. El pantalón que tiene puesto me deja ver a la perfección la V que se forma en su área baja abdominal; creo que mi sistema nervioso ha recibido un choque de electricidad. De inmediato, llevo mis ojos a su rostro para cambiar el panorama, me entristece verlo demacrado. Una pequeña toalla, probablemente con agua fría, está posicionada sobre su frente para ayudarlo con la fiebre.
—Tus mejillas están rosadas. Hace demasiado calor en este cuarto, pero tengo frío al mismo tiempo. —dice, y se quita la toalla fría con frustración—. ¿Qué haces aquí, Alina?
Entiendo que él no desea que lo vea de esta manera. A mí tampoco me agrada reencontrarlo en esta etapa de su recuperación.
—Probablemente no deseas mi ayuda, pero es parte de mi trabajo. Siéntate en la cama, Richard estará de regreso para ponerte otro suero, y esta vez no intentarás quitártelo —exclamo con precisión para que entienda que le estoy hablando en serio.
El Sebastián que conocí en la adolescencia me hubiese objetado la orden. Hoy, sin embargo, solo se sienta a esperar con resignación por el resto de mis instrucciones. No creo que sea porque su carácter ha cambiado, sino porque su cansancio le quita la fuerza de voluntad.
Richard aparece luego de diez minutos en los cuales el silencio se apoderó de la habitación. Las primeras setenta y dos horas suelen ser las peores para los pacientes, y es horrible tener que presenciar el decaimiento de un ser humano, en especial de uno al que apreciamos. Mi estomago se tuerce al ver a Sebastián en este estado.

Son la una y veinte de la tarde y los rayos del sol se cuelan por las ventanas y bañan las paredes de la habitación. Sebastián finalmente lleva dormido cuarenta y cinco minutos, luego de horas infernales entre náuseas, vómitos, escalofríos y los dolores musculares que no dejarán su cuerpo por algunos días más.
La puerta principal se abre y Richard, el líder del equipo de enfermería, entra para indicarme que Balaster desea que yo descanse el resto del día. Llevo mi vista a la persona que está postrada en la cama e inmediatamente mi corazón se contrae al verlo dormir.
—Cuando termine en la oficina, puedo hacer el turno de la noche. Al menos conmigo, el suero se mantuvo intacto —sugiero. Las palabras que salen de mi boca me sorprenden a mí misma, pero a quién diablos estoy engañando, claro que quiero hacer todo lo posible por ayudarlo y que su recuperación sea un éxito.
—Balaster tiene que darte la aprobación, pero si es por mí, absolutamente. Gracias por tu ayuda, deberías obtener la certificación de Enfermería hoy mismo. —Al decir su última oración, me abraza.
Le dedico una sonrisa y lo veo marcharse.

Finalmente llevo comida a mi estomago a altas horas de la tarde, luego de que Ramona me preparare un omelette con tostadas. Según ella, debería descansar, pero lo que más deseo es regresar a la habitación de Sebastián.
El resto de la tarde lo paso en mi escritorio. Gracias a Dios, puedo dedicarle un tiempo a preparar la agenda de Bonni para tenerla lista antes de las vacaciones navideñas, que ya se avecinan.
En eso, alguien toca la madera de mi escritorio para llamarme la atención. Al subir mi vista, me encuentro con Bonni, que me sonríe. Parece que desea tener algún tipo de conversación conmigo.
—Pensé que ya te habías ido. ¿Qué haces aquí todavía, Alina? Deberías descansar. Tu turno ya acabó.
Sus ojos se ven preocupados, pero yo no deseo estar en otro lugar.
—Estoy bien. Solo quería terminar el itinerario para las próximas semanas —respondo, viendo que ella está por decirme algo más.
—Sebastián Everett desea que tú seas su enfermera privada. Tratamos de explicarle que no tienes la certificación, pero él ha tomado medidas drásticas y ha sacado a todo el personal de su habitación.
Sus palabras captan mi atención de inmediato, pero no sé qué debo responder al respecto. Me avergüenza un poco oír aquello.
—Decidimos que, si tú estás de acuerdo, podrás atenderlo en procedimientos sencillos y acompañarlo cuando necesite apoyo. Richard estará en todo momento afuera de la habitación. —Hace una pausa—. Esto es algo poco tradicional y, si algo sale mal, mi esposo y yo podríamos perder nuestras licencias, pero queremos hacer todo lo posible por su bienestar. Sabemos que Sebastián solo desea tener a alguien con el que él tenga un tipo de conexión a su lado en estos momentos, es normal y entendible. Yo sé que tú tienes un pasado con él, y supongo que te sigue considerando importante en su vida. No quiero que te sientas obligada. ¿Qué piensas, Alina?
Mi rostro cae y llego a la conclusión de que los nervios no han dejado mi cuerpo desde que él llegó a Horizonte. Tengo a Bonni frente a mí esperando una respuesta y, si soy sincera conmigo misma, la determinación la he tenido en la punta de mi lengua desde que ella terminó de hablar.
—Lo haré —respondo, llevando mi rostro a levantarse para darle a entender que estoy confiada con la decisión.
Aunque no me agrada verlo en sus momentos más vulnerables, si él me necesita, aquí estaré para ayudarlo en lo que pueda.
—¿Estás segura? No quiero que te sientas obligada.
Asiento con un movimiento de mi cabeza para luego darle mi opinión.
—Quiero ayudarlo a salir de los días negros en los que se encuentra. Además, la mañana no fue tan terrible —expreso, dándole una pequeña sonrisa al terminar.
En eso, el teléfono de su oficina comienza a sonar al mismo tiempo que sus labios se separan, probablemente para darme algún consejo. Se detiene por un instante, cambia el gesto y se retira sin decir nada más.
Ligeramente temblorosa, organizo mi escritorio y tomo mis pertenencias para dirigirme a la enfermería y hablar con Richard. Necesito saber con exactitud cuál es el plan médico que tienen para poder ayudar a Sebastián a salir de sus vicios.


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Cuidarte el AlmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora