Capítulo 11

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Sebastián

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Sebastián

Hace dos semanas que estuve sentado en la oficina de Bonni por primera vez. Gracias a su profesionalismo, comencé a sentir que puedo confiar en ella. En los últimos días le conté todo, incluso sobre los momentos especiales que pasé con Alina durante nuestra juventud. También hablé del casamiento de mi padre con la mujer a la que odio con todo mi ser. Bonni me deja relatar por más de una hora y, al final, me brinda algunas herramientas para poder lidiar con mis demonios. Una de ellas es participar de una sesión a la que estoy por llegar tarde.

No es la primera vez que participo, hoy es la tercera vez. La primera fue bastante fácil para mí, ya que yo era el único paciente y Bonni dedicó su tiempo solo para mí. En la siguiente me acompañaron dos chicas y, a pesar de que los tres vivimos experiencias similares, ellas no entendían por qué yo estaba allí. Y hoy me toca compartir mi verdad como un sobreviviente de abuso sexual.

Entro a la sala con la respiración agitada por el apuro.

Ocho pares de ojos se posan en mí. Los míos están fijos únicamente en ella: Alina. Por primera vez, la veo con el cabello semirrecogido que deja caer una hermosa cascada ondulada hasta sus hombros. Desearía tener unos minutos con ella para poder hablar a solas y, tal vez, explicarle un poco de lo que estaré comunicando en la sesión. Pero no es el mejor momento ya que el resto del grupo está esperando por mí.

—Sebastián, qué bueno que nos puedas acompañar esta mañana. Cuando desees, puedes iniciar. —Bonni está un poco nerviosa, noto su mirada puesta en Alina porque ella sabe exactamente lo sucederá a continuación.

Espero un minuto a que las chicas que me acompañan en la sesión sequen las lágrimas que estuvieron rodando por sus mejillas minutos antes de mi llegada. Y, cuando Bonni me señala con su cabeza que es mi momento, me enfoco en ella para contar la verdad.

Respiro hondo varías veces. Siento que el nerviosismo quema mis pulmones y los hace doler.

—Mi madre murió cuando yo tenía cinco años —inicio—. Mi padre puso toda su atención en mí. Sin embargo, incluso yo, que era un niño, podía percibir su soledad —suspiro, antes de resumir en pocas palabras nuestras estadía en Alemania y el regreso a Virginia—. Aquí, y conmigo ya en la adolescencia, mi padre decidió comenzar a conocer a otras mujeres. Así, su camino se cruzó con el de Katy, quien poco después se convirtió en mi madrastra.

Bonni asiente con un movimiento leve para darme ánimos. Fuerzo una sonrisa casi imperceptible, tomo aire y sigo explicando.

«Aquí vamos. Sácalo todo de dentro, Sebastián. Libérate», me digo.

—El primer año todo fue normal, parecíamos una familia perfecta. El cambio ocurrió cuando enviaron a mi padre a New York durante una semana por asuntos militares. La primera noche sin él en casa hubo una tormenta muy fuerte, jamás podré olvidarla —destaco el detalle—. Katy tocó la puerta de mi habitación luego de la cena. Yo pensé con cierta inocencia que quizás ella tenía miedo o que, tal vez, deseaba ver una película como acostumbrábamos a hacer en familia los fines de semana. Sin embargo, cuando abrí la puerta ella estaba casi desnuda. Llevaba un corsé rojo, una tanga y zapatos de tacón en el mismo color. —Me detengo por un instante. Mis ojos se cierran al escuchar a alguien tragar tan fuerte que mi oído lo capta en el silencio en el salón. No sé quién será, espero que no se trate de la pequeña A. No tengo el valor de buscarla con la mirada, así que prosigo—. En segundos, los labios de mi madrastra estaban contra los míos. Me empujó hacia el interior sin cerrar la puerta de la habitación. Lo siguiente que sé es que los dos caímos sobre mi cama. A los pocos minutos, tuvimos relaciones sexuales por primera vez. No... no recuerdo los detalles, creo que los he bloqueado. ¿Me obligó? ¿Yo quise? ¿Me dejé llevar? ¿Lo disfruté? No tengo ni idea. —Hago otra pausa—. Pero todos los días de esa semana ella me sedujo una y otra vez. Lo hicimos en cada rincón imaginable de la casa, de día y de noche.

Escucho una exclamación ahogada. Me cuesta no buscar a Alina con la mirada, pero logro contenerme y continuar focalizado en Bonni.

—Desde el inicio, yo sabía que lo que hacíamos estaba mal. Y puedo afirmar que me negué rotundamente a sus acercamientos en reiteradas ocasiones. Pero mi cuerpo adolescente me defraudaba —aseguro con furia en mi tono—. Además, en ese entonces yo mantenía una relación seria con una joven de la cual estaba profundamente enamorado. Ocultar el abuso era complicado. Me odiaba a mí mismo, me repugnaba verme al espejo y sentía vergüenza del monstruo que yo creía ser. Por eso, decidí que lo mejor sería adormecer mi mente. Así, las drogas y el alcohol se convirtieron en dos vicios cotidianos. —Tomo aire y parpadeo varias veces, esforzándome por no perder el control y sucumbir al llanto—. Una noche, poco antes de graduarme, hablé con Katy y le dije que todo tenía que terminar, pero mis palabras no le importaron. Ella continuaba visitando mi habitación cada vez que papá estaba fuera. Y... pues esto duró hasta que me gradué de la universidad y me fui de casa. Alquilé un apartamento con unos amigos para alejarme de esa pesadilla. Casi no tengo contacto con Katy desde entonces; solo la he visto en algunas fiestas por obligación. Lamentablemente, la relación con mi padre se ha visto fracturada porque, a pesar de nunca haberle contado la verdad, le he expresado que su esposa no es lo que él piensa y esto siempre ha llevado a discusiones fuertes. A él también lo he visto poco en los pasados años, apenas estamos en contacto por teléfono de vez en cuando. Y pues... creo que eso es todo.

Al terminar, llevo mis ojos a donde creo que está Alina, pero se ha marchado. La puerta del salón se cierra de repente y sus pasos se alejan con prisa por el pasillo.

—Bien. Muy bien, Sebastián. Gracias por compartir lo que has vivido con tus compañeros. Es un paso adelante hacia días más claros —felicita Bonni—. ¿Alguien quiere decir o preguntar algo antes de terminar la sesión de hoy?

—Pensé que las violaciones nos sucedían solo a las mujeres, no a los hombres. —Kim, una de las chicas más jóvenes, que fue acosada en su primer semestre universitario por uno de sus profesores, comenta con curiosidad.

Y ahí está ese es el jodido problema.

Mi experiencia es, al parecer, única y fuera de lo común. ¿Acaso a ningún otro hombre le ha ocurrido? ¿O es que ninguno de ellos lo expresa en voz alta?

Según Bonni, existen muchos casos similares al mío, pero, a diferencia de las mujeres, los hombres que hemos sufrido por algún tipo de acoso o violación lo callamos por vergüenza. Decimos que es algo normal, que sí queríamos y que allí no hubo abuso.

Y puede que tenga razón porque así mismo es como yo lo tomé en la juventud. Solo ahora me doy cuenta de la verdad y de cómo intenté tapar el sol con un dedo o, mejor dicho, con vicios que nublaran mi mente.


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Cuidarte el AlmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora