17. Estoy contigo amor

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Después de media hora de espera, el médico salió de la habitación, dirigiéndose a Megumi e informándole que su padre estaba estable y que estaría bien.

El chico suspiró aliviado.

Se acercó a Yuuji quien yacía sentado en el suelo escondiendo su rostro,  se puso de cuclillas, para estar a la altura del pelirosa y  lo sujeto del rostro, con la manga de su suéter, le limpió las lágrimas, que rodaban por sus mejillas.

—Vayamos a casa a dormir, podemos volver más tarde Yuuji.

El pelirosa rápidamente negó.

—Quiero quedarme con él, por favor Gumi,— Susurro con la voz rota, mientras sus ojos volvían a nublarse por las lágrimas.

—Está dormido Yuuji, —Suspiro cansado, se quedó en silencio por unos minutos, hasta que terminó cediendo a las súplicas del pelirosa. —Por lo menos, vayamos para que te cambies de ropa y luego te traeré al hospital.

Yuuji lo observó con un puchero,  asintiendo lentamente y poniéndose de pie con la ayuda de Megumi. Le dirigió una última mirada a la puerta de la habitación donde se encontraba Toji y se marchó.

El camino en taxi fue silencioso, más aún la llegada a casa.

Yuuji subió a la habitación del mayor a pasos apresurados.

Al entrar, se sentó en la cama observando cada rincón del lugar, tomó una camiseta y un suéter del hombre, llevándose ambos prendas a la nariz, inhalando el aroma familiar de Toji, su perfume se encontraba impregnado.

Abrazo la ropa y se limpió una lágrima que bajaba por su mejilla, a pasos lentos se dirigió al baño, para tomar una ducha.

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Megumi, al perder de vista a Yuuji, decidió ir a su habitación.

Abrió la puerta y se acercó al mueble de su ropa, en la cuál tenía dos cuadros.

En uno, se encontraba en los brazos de su madre, siendo tan solo un bebé, mientras que en el otro, dormía en el pecho de su padre. El hombre tenía una mano en su espalda, asegurándolo, mientras que la otra, descansaba detrás de su cabeza.

Una pequeña sonrisa se dibujó en su rostro al observar aquéllas fotografías.

Cálidos recuerdos de su madre y padre.

Se recostó en su cama.

Cubrió sus ojos con el antebrazo y un suspiro abandonó sus labios.

Esperaba que su padre se recuperará pronto, pero sabía que nada sería igual a cómo era antes.

Tampoco sabía la reacción que tendría el hombre, cuando notará la perdida de su brazo izquierdo, pero le tranquilizaba saber que Yuuji estaría con él.

El sonido de la puerta de la habitación de su Toji abriéndose, lo sacó de su burbuja de pensamientos.

Se levantó, observando a Yuuji de pie, en la entrada de su habitación, vistiendo la ropa de su padre y su cabello se encontraba húmedo, supuso que el pelirosa tomó una ducha.

—Tonto, te enfermaras si no te secas el cabello, —Suspiro observando la mirada vacía de su amigo y la falta de respuesta por parte de éste.

Se dirigió a la sala, seguido del pelirosa y tomó las llaves del auto de su padre, observando el llavero de un adorable lobo negro, que tenía tres puntos de colores.

Algo qué le había regalado al hombre, cuando era un mocoso. Pensaba que Toji, lo había guardado o tirado.

Pero él hombre tuvo otros planes para el tierno regalo que había recibido.

Su labio tembló y sin poder retener los sollozos que ansiaban por salir de su boca, lloró amargamente, apoyándose en el hombro de Yuuji.

Sosteniendo en sus manos, aquél felpudo llavero, que le había regalado a su padre.

Él guardaba un lobo blanco, similar al de Toji.

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Antes de llegar al hospital, Megumi se detuvo en una cafetería.

Comieron un sándwich, acompañado de un jugo. Ambos permanecían en silencio, pero el celular de Yuuji, rompió aquello.

El pelirosa recibió la llamada preocupada de Nobara, por lo que con voz temblorosa, procedió a relatarle lo sucedido a la mujer.

A pesar de que llevaban horas sin probar bocado, Yuuji a duras penas había terminado su sándwich.

Megumi, suspiro, pero antes de salir pidió unos pastelitos para llevar, porque sabía que el chico tendría hombre más tarde.

Más tarde, al llegar al hospital, ambos se dirigieron a la habitación donde se encontraba Toji.

El hombre permanecía dormido, pero se podía observar que su rostro ya no se encontraba tan pálido.

El pelirosa, volvió a tomar asiento en la silla que se encontraba al lado de la cama, para sostener su mano, acariciando con su pulgar la piel callosa del mayor, notando que había recuperado su calidez, algo que lo tranquilizó.

Megumi por parte, se acomodó en un pequeño sillón que se encontraba también en la habitación, observando a su amigo, sujetar la mano de su padre.

A pesar de que las visitas tenían un horario asignado, decidieron permanecer en la habitación esperando pacientemente a que Toji despertará.

Sin embargo, una enfermera, entró en la habitación para chequear el estado del hombre y compadeciéndose de ambos, los dejó permanecer en el cuarto de Toji.

Con una sonrisa amable, la mujer les informó que sus signos vitales se encontraban bien, él mayor estaba recuperándose y que posiblemente despertaría más tarde.

El Fushiguro menor le agradeció, mientras que Yuuji se había dormido, sosteniendo la mano de Toji.

Megumi sonrió y se acomodó para cerrar sus ojos, necesitaba dormir.

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En la noche, el pelirosa sintió que su mano era apretada, por lo que abrió rápidamente sus ojos, encontrándose con la imagen del hombre, quién trataba de moverse, mientras se quejaba y sus ojos verdes se abrían lentamente, tratando de adaptarse a la luz de la habitación.

Yuuji sollozo, besando su mano y llevándola a su rostro, sintiendo como Toji débilmente acariciaba su mejilla, buscando su contacto.

—¿Yuuji?, cariño, —Toji susurro, formando una mueca de dolor en su rostro, su voz se escuchaba rasposa.

—Shhh, no hables, —Mencionó en voz baja, se acercó, acariciando con suavidad las mejillas del mayor, sintiendo el roce de su creciente barba y teniendo cuidado con la cánula nasal que portaba, la cual le suministraba oxígeno.

—Yuuji, —Mencionó, quejándose, tratando de llevar su mano, la zona donde solía estar su brazo izquierdo.

El pelirosa, tomó su mano evitando que se tocará, entrelazando sus dedos.

Se acercó, depositando un casto beso en su boca, sintiendo los labios secos del hombre.

Estoy contigo amor,—Le sonrió, mientras las lágrimas caían por sus mejillas nuevamente, sólo que está vez, eran lágrimas de felicidad.

Toji había despertado.

Secret Love | TojiItaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora