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Nathaniel Parker

Maxime terminó de contarme todos sus exagerados dramas y nos pusimos camino a casa. Mis padres se enfadarían si llegara demasiado tarde pero entonces... Me di cuenta de lo que se me había olvidado y que sería mucho peor llegar con las manos vacías que tarde.

–¡Maxime! –la grite, y aunque no era mi intención, estaba tan cerca que lo hice en todo su oído

–¡¿POR QUE ME GRITAS GILIPOLLAS?! –a pesar de mi grito, el suyo fue mucho más potente

–Maxime, se me ha olvidado el pan...

–¿Como que se te ha olvidado el pan? ¿Me has dejado sorda solo por un maldito pan?

–Si... –me quería morir de vergüenza

–Pues vete tu solo –me miró molesta–. Mis padres también me esperan.

–No... Por favor Max... –intente disculparme–. Lo siento pero... –vacilé– No seas rata, acompañame –dije tímidamente

–¿Es que te da vergüenza pedirle el pan a la panadera? –se burló

–En realidad pensaba ir a un supermercado –mentí

–¿Y por qué me necesitas en un supermercado? ¿Es que te vas a perder dentro? –una sonrisa maliciosa recorrió su cara. ¿Por qué se empeñaba tanto en humillarme?

En realidad quería ir con ella por mucho más que mi vergüenza a pedir el pan. Ella me encantaba, siempre lo había hecho, mucho más que el chico de negro. “Deja de pensar en él” me esixigí molesto con migo mismo.

Ella volvió a sonreír, burlándose de mi descaradamente. Aún así, la chica acabo agarrándome del brazo y arrastrándome hacia adelante. Sin embargo, no tardó en pararme.

–¿Y tienes pensado ir a algún sitio en específico? –me miró, esta vez sin burla en la cara. Agradecí que se lo tomara en serio.

–Lo que más cerca este –respondí con una inmensa sonrisa

Acabamos en camino a un supermercado en todo el centro de la ciudad. En realidad, había muchos supermercados más cerca pero, según lo que le conté a Max, ningún pan tenía la suficiente calidad para mis padres, ella había acabado harta de mí. Obviamente, solo según lo que le conté a Max.

Ahora estábamos en frente de un nuevo supermercado. Uno mucho más grande y amplio, el más alto de toda la ciudad.

–Si aquí no venden tu querido pan de lujo, que sepas que no pienso acompañarte a otra tienda –la muchacha parecía a punto de explotar.

Yo negué con la cabeza e ignore su comentario.

A partir de ahí se torcieron las cosas. El supermercado era nuevo y ninguno de los dos había estado antes. Al principio nos pusimos a dar vueltas y vueltas por el lugar. No encontrábamos el pan y tampoco a nadie del personal a quién preguntar así que decidimos volver a la entrada. Por desgracia nos habíamos perdido totalmente y estábamos en una parte del supermercado extrañamente poco concurrida.

Entonces justo cuando hiba a abrir la boca para decir algo Max me dio un codazo.

–¡Auch! –me quejé

–Shh

–¿Qué? ¿Por qué has hecho...?

–Calla –susurro Max

Yo la mire asustado y adopte su tono de voz.

–¿Qué ocurre?

–¿No lo oyes? –la mire extrañado hasta... Hasta que empezé a oír la voz. O mejor dicho, las voces.

Nate x JP, un amor de incógnitoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora