☾︎7☽︎

16 6 1
                                    

Nathaniel Parker

Seguí a mi hermana hasta su habitación. Estaba empezando a preocuparme como nunca antes lo había hecho.

Mamá y papá nos lo habrían ocultado por eso mismo” no sabía ni que había pasado pero la simple cara al borde de las lágrimas de Ada me confirmaba que clase de cosa aparecía en el vídeo.

Al entrar en su cuarto, la niña recogió la cámara de sobre la mesa y se sentó conmigo sobre la cama.

Estaba cabizbaja y por un momento pensé en abrazarla. No me moví.

Ada puso el vídeo en marcha y yo me sumergí en cada palabra. “Como que está en el hospital” decía mamá “No puede ser, dijeron que fue cosa del momento que estaría bien”. “Eso se suponía” mi padre respondía con amargura. Tenía los ojos rojos de haber estado llorando. “Dicen que no está estable... Y si...” continuó papá.

Mamá intento tranquilizarle y después nos mencionaron a nosotros. Como nos lo dirían.

Yo, harto de la espera me giré hacia mi hermana con el desasosiego en persona dentro de mis venas.

–¡¿Quién, Ada?! –la grité estresado– ¡¿DE QUIEN HABLAN ADA?!

Los ojos de ella se llenaron de lágrimas y hasta ese momento no fui consciente de la dureza en mi voz. Había sido un insensible.

Ella, saturada, salió del cuarto corriendo y me dejó solo con el vídeo aún en marcha.

Y entonces oí la respuesta. Era la abuela. La abuela Carmiña estaba en el hospital. ¿Pero qué hacía la abuela Carmiña en el hospital? No podía ser real. Esto no podía estar pasando. La abuela no podía estar en el hospital.

No necesite mucho más para atar cabos. Papa había ido a ver a la abuela esta mañana. Ahora debían haber vuelto porque algo malo habría pasado. Algo grave, muy grave.

Entonces, un sonido llegó a mis oídos, el sonido de la puerta principal abriéndose.

No espere un segundo más. Salí del cuarto de mi hermana y me acerqué a mis padres. Me indignaba que no me hubiesen contado lo de la abuela pero decidí darle otra oportunidad. Así pues, a pesar de estar casi seguro de lo que había pasado, pregunté.

–¿Por qué no estabais en casa? –comencé

Intenté hacer contacto visual pero mi padre tenía la cabeza gacha y mi madre no fue capaz de sostenerme la mirada.

Mamá parecía nerviosa, sin embargo, papá parecía estar agonizando, como si le hubiesen clavado un cuchillo en toda la espalda. “Que... ¿Es que...?” evité esos pensamientos. Prefería ser positivo.

–No... –respondió mi madre– Hoy no, es tarde... –había empezado a juguetear con sus dedos por lo que respondió con más preocupación de la que había deseado

–No es tan importante –mi padre intento restarle importancia. Sin embargo el temblor en su voz solo aumento mi preocupación.

–¿Entonces por qué os habéis ido así? –respondí yo– ¿Que nos ocultáis?

Mi madre me miró dulcemente. Yo sabía que en realidad sólo era una actuación así que me mostré indiferente.

–¿Por qué no quieres contárnoslo?

–¿Contároslo? –respondió ella

–A mi hermana y a mi –dije interrumpiéndola

–Ya... Ya será en otro momento, dame más tiempo.

–¡¿Tiempo para que?! –explote– ¡Puede que no quede más tiempo! ¡¿No lo entiendes?!

Y ahí me di cuenta de que me había delatado. Ella también lo había notado.

–¿Por qué no habría tiempo? –intentaba sacarme más información pero yo aguante mis ganas de responder– Sois muy pequeños para entenderlo. Además, ¡¿Que sabrás tú del tiempo?!

Y entonces olvide todo. La ira se apoderó de mi mente y decidí dejar atrás todo ese jueguecito. Así no llegaría a ninguna parte.

–¡¿QUE QUÉ SABRÉ DE TIEMPO?! –grité– ¡¿Sabéis que es lo que si se?! ¡Que la abuela está en el hospital y no has tenido la mínima decencia de contárnoslo!

Mi madre parecía petrificada así que aproveche para seguir hablando.

–¡¿Y si ya está muerta?! –grité

–Nate –la voz de mi madre ahora era más suave pero no la dejé acabar

–¡¿Y si lo está?! ¡Nunca sabría sus últimas palabras! ¡Nunca podría despedirme! ¡Decirla que aunque a veces también me enfado la quiero! –se me había cortado la voz y los ojos de mamá estaban llenos de lágrimas– ¿Es eso? –dije esta vez con un suave pero envenenado tono. Había odio en cada palabra. Y entonces cogí aire intentando retener las lágrimas– ¿Está muerta?

Se me había creado un nudo en la garganta. La simple idea de pensarlo me aterrorizaba, pero prefería vivir en la realidad que en otra bonita, bella y falsa mentira.

La sala se había llenado de un incómodo silencio.

–Nate... –susurró ella– Tienes que entender que...

–¿Está muerta? –interrumpí

–Nate... –intervino mi padre

–¡NO QUIERO VUESTRAS EXPLICACIONES! –las lágrimas ya habían comenzado a caer por mis mejillas. Apreté los dientes y tense la mandíbula– ¡QUIERO LA VERDAD!

Y los miré. Me fijé en algo más que en mi ira por primera vez en toda la noche.

No necesité más respuesta que que no estuviesen enfadados por haberlos gritado.

Mamá Estaba dolida por mi actitud y arrepentida de no haber contado nada. Papa parecía estar consumiéndose lentamente.

Eso me dolió demasiado. No sólo lo que ya intuía de la abuela, sino sus reacciones. Me partía el corazón y una parte de mi decía que yo era el culpable.

–Sí –dijo papá finalmente

Mamá se había girado y lo miraba con una mezcla de extrañeza, admiración y una inmensa tristeza.

Yo me había quedado en shock. No entendía por qué. Ya lo sabía. Sabía la respuesta.

“Sí...” mi mente se había pausado en ese momento, en esa palabra. Entonces solo salí corriendo hacia mi cuarto.

Sabía que estaba corriendo pero sin embargo, el tiempo parecía estar a cámara lenta. Tal vez solo era mi mente, que había empezado a pensar a toda velocidad, a revivir cada recuerdo, cada momento vivido. No podía ser real, tenía que ser un sueño.

Sin embargo, no despertaba. Seguía corriendo por el pasillo haciendo lo imposible por qué las lágrimas permanecieran en mis ojos.

Entré en mi cuarto y cerré fuertemente la puerta tras de mí. Sentía que mis piernas cedían y me caía abruptamente al suelo.

No podía explicármelo. Estaba agotado y con preguntas de las que sabía la respuesta. Sabía unas respuestas por las que daría todo por cambiar.

¿En qué momento se me habían complicado tanto las cosas?

¿En qué momento se me habían complicado tanto las cosas?

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Nate x JP, un amor de incógnitoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora