STEVEN GRANT

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Steven abrió la puerta del museo en el que trabajaba un día más aspirando el olor a historia que había en el ambiente. Llevaba trabajando en el museo de historia Egipcia desde hacía 4 años y no había un día en el que no estuviese ansioso de ir a trabajar.

Amaba su trabajo, ya que desde muy pequeño le había llamado la atención la mitología egipcia en concreto sus dioses. Los egipcios eran una civilización muy jerarquizada y eso se reflejaba en todos los vestigios que quedaban de ellos, los papiros,  las pirámides y demás cosas.

Steven se colocó su placa con el nombre encima del bolsillo de su camiseta azul oscuro y saludó a si jefa con emoción. Ella solo le respondió con una sonrisa forzada tendiéndole una caja llena de souvenirs para los turistas.

Los colocó y pensó en la actitud de su jefa. Y se dio cuenta de que lo más probable era que no lo colocase de guía porque no soportaba saber que él sabía más que ella.

De todas maneras, Steven era feliz con su trabajo y siguió colocando los Osiris de peluche mientras canturreaba una canción lenta que había oído en la radio.

En ese momento Ciro y sus compañeros de universidad entraron en el museo. El chico estaba muy emocionado ya que por fin los profesores habían decidido hacer una excursión decente : al museo de historia antigua concretamente en la época de los faraones y los dioses, su época favorita.

La guía, una chica pelirroja y rechoncha les guio a través de todas las estatuas y vestigios de los egipcios, pero Ciro se paró delante de una pequeña estatuilla del dios de la luna, Khonsu.

Ajeno a todo, sacó su tablet del bolsillo trasero de su mochila y cogiendo el lápiz táctil, empezó a dibujar, trazo a trazo, línea a línea con precisión y soltura.

-¡Ciro vamos! ¡Te estás perdiendo la historia de Seth y Horus! -dijo su amigo Mike que le instaba a que se moviese-

-Mierda, ya voy -se colgó la mochila y reanudó la marcha-

Mientras tanto Steven seguía colocando montones de cajas de merchandasing del museo sin fijarse en nada ni en nadie. La verdad era que se le estaba haciendo pesado. Aun así siguió haciéndolo.

Ciro sacó de nuevo su tablet, esta vez para apuntar el nombre de la ciudad y un número de teléfono : se iba a ir a vivir



5 MESES DESPUÉS

Ciro se asentó en su nuevo apartamento más feliz que nunca. Dejó las pocas cosas que traía y después de ordenarlo todo y descansar decidió ir al lugar por el cuál se había mudado allí : el museo.

Cruzó las grandes puertas de madera, tablet en mano y se adentró por los largos pasillos de la exposición. Nunca dejaba de fascinarle esa cultura, siempre había algo nuevo por descubrir. No supo cómo, sus pies le guiaron hasta una pequeña balanza que reconoció al instante : la balanza de Ammit, aquella que se usaba para medir el peso del corazón de la persona fallecida y la pluma.

Sin perder un segundo dejó la mochila a un lado y abriendo un documento nuevo en la tablet se puso a dibujar. Después de eso sus pies le llevaron hasta otro trozo de historia, y luego a otro y después otro más, hasta que... 

-Señores clientes les informamos de que el museo cerrará dentro de 5 minutos, por favor salgan del recinto, muchas gracias por su visita

Resignado el rubio salió de la sala con la ilusión de un niño con zapatos nuevos. Ya tenía ganas de volver.


Mientras tanto 4 calles más abajo en un pequeño apartamento estaba Steven, como siempre, tratando de conciliar el sueño. Al no conseguirlo se paró a repasar su día y se dio cuenta de algo. De la presencia de un chico rubio de ojos verdes que desde hacía poco rondaba por los pasillos de museo. No sabía que hacía, solo lo veía deambular entre las piezas de la exposición mirándolo todo al detalle, como hacía él. 

One Shots : Marvel (1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora