CAPÍTULO 8

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Los violadores aún no han llegado y las noches se arrastran como humo de goma, tan despacio y sin dejarnos dormir, tensión afilada, fregonas feas mareadas en el sótano.

            En los días fríos, uno o dos de nosotros corremos de la fortaleza a la parte abandonada de la ciudad en busca de provisiones y comida, sabiendo que los violadores nunca pueden soportar el frío. Se entierran profundamente bajo tierra, envolviendo sus cuerpos en calor, asegurándose de que el frío no haga que sus órganos sexuales se encojan.

            Hoy es el día de la Hermana para ir a comer y, por decisión de Celsia, me traerán para hacer ejercicio. Me he estado empapando, dice Celsia. Y nadie quiere eso.

Vello púbico de alambre de púas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora