CAPITULO LXXVIII

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Por su parte, en la oficina de Julio, éste se encontraba por un lado pensativo ya que le preocupaba Camila, la había visto muy triste, también rara y eso lo tenía mal, era como que el dolor de ella también era de él.
Nunca le había sucedido eso con nadie, jamás había tenido semejante conexión con alguien en toda su vida y eso no sólo lo asombraba sino que también lo aterraba ya que no sabía cómo manejarse al respecto.

Por otro lado, feliz por poder disfrutar de su compañía aunque sea un ratico y deleitarse con la belleza de esa mujer, admirar la inteligencia que poseía y la brillantez que generaba.

Julio:" Ay hombre, que le está pasando ya ni lo reconozco, no es el mismo que llegó de Palm Beach, esa mujer le cambió la vida totalmente. Bueno a ponerse a trabajar"

Aunque quería trabajar tranquilo, sus pensamientos y sentimientos le dificultaban la tarea.

Terminó la jornada laboral y Julio se disponía a retirarse de la empresa cuando en ese momento salió Camila de su oficina y ambos subieron al ascensor, éste no podía dejar de mirarla y notó que seguía triste y cabizbaja pero no quiso decirle nada todavía, hasta que llegaron a planta baja cuando se atrevió a dirirle la palabra.

Continuará

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