12. Mentiras y casi verdades

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*Ezra*

Lo que más disfruto a la hora de actuar es el poder fingir ser alguien más durante unos momentos, entrar en la mente de otra persona y adueñarte lentamente de ella hasta poder tenerla completamente controlada, olvidarte de tu vida y vivir la de otra persona. Es mucho más sencillo escapar de tu mente cuando tienes que pensar como alguien más.

Son las 1am y recién estoy saliendo del estudio de grabación, utilizando todas las pocas fuerzas que me quedan para mantenerme en pie. Mis ojos están completamente rojos y toda mi piel está caliente, ya que los directores decidieron prender la calefacción del lugar para que vaya bien con la escena ubicada en el infierno, al principio pensé que era una idea muy brillante, pero ahora lo único que quiero es matar a la persona que decidió llevarla a cabo.

Abro la puerta de mi coche y entro casi tirándome al mismo, mientras considero durante unos pequeños instantes la idea de dormir en los asientos traseros. Ya había hecho eso antes, pero en este caso no me ayudaría en nada, ya que mañana igualmente tendría que ir a mi departamento.

¿Layla estará despierta?

Tal vez podría llamarla para que me acompañe durante el viaje de regreso a casa, usando de pretexto el hecho de que quiero conocer un nuevo chisme de los famosos, cuando en realidad lo único que quiero es poder escuchar su voz a la cual ya me he acostumbrado. Si tengo a la suerte de mi lado hasta podría verla acostada en su cama puesta alguna de esas mascarillas divertidas que utiliza antes de dormir.

Vale la pena intentarlo.

Saco rápidamente el celular de mi chaqueta y aplasto a llamar su contacto con una sonrisa lista para cuando conteste ,pero al pasar los minutos me doy cuenta de que no va a hacerlo. Bueno, parece que tengo delante un largo y cansado camino.

Estoy a punto de arrancar el coche cuando mi celular empieza a vibrar para notificarme que tengo una llamada entrante y la acepto sin siquiera revisarlo, arreglándome rápidamente el cabello desaliñado con mi mano libre.

—Pensé que me dejarías esperando toda la noche.

—¿De qué mierda hablas, hijito? Tú eres el que no me ha llamado como prometiste que lo harías. —Mi madre contesta desde el otro lado de la llamada.

Levanto el celular confundido y ahí veo a mi madre entrecerrando sus ojos para poder mirar con mejor precisión el celular a pesar de estar utilizando sus lentes redondos favoritos. No puedo evitar sonreír al ver de fondo una de las paredes amarillas de mi antigua casa, en la cual se puede ver un estante con diferentes platos y tazas antiguas.

—Buenas noches, mamá. —La saludo, logrando así que ella deje de lado su cara amargada para cambiarla por una pequeña sonrisa. —¿Cómo ha estado todo por allá? Espero que al final no le hayan dejado mi habitación a Aiden.

—Pff ese niño no ha dejado de intentar convencernos para que se la demos, y realmente creo que en unos cuantos días yo y tu padre vamos que tener que ceder a la propuesta, ya sabes lo convincente que puede llegar a ser tu hermano.

—Por supuesto que lo sé, ¿Cómo crees que conseguía quitarme la mitad de mis caramelos en las fiestas? —Acomodo el teléfono en el porta celular que me compré para las llamadas de Layla y comienzo a manejar el coche, escuchando a mi madre de fondo.

El viaje no se me hace demasiado pesado ,ya que no puedo evitar reírme con todas las anécdotas de los habitantes del pueblo que me cuenta mi madre a lujo de detalle. Las anécdotas van desde como una de nuestras vacas se enamoró de una vaca del granjero vecino al que mi padre detesta, hasta como mi hermanito decidió dormir con las gallinas en vez de comer la sopa que mi padre hizo la semana que mi madre salió de viaje para la feria de uno de los pueblos cercanos.

El amor y la fama [#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora