doce.

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Tenshi tenía razón cuando dijo que aquellas palabras de Aizawa solo traían desgracias, eso fue lo primero que pensó cuando su conciencia despertó. Se sentía descansado, pero todo el cuerpo le dolía horrores por haber dado su Plus Ultra durante más tiempo de lo que había practicado. Podía escuchar murmullos a su alrededor, pero no podía identificar las voces y los sollozos que comenzaba a distinguir poco a poco. 

Soltando varios quejidos por el esfuerzo, abrió los párpados lentamente, haciéndosele bastante molesta la luz que había en la habitación. Con mucho cuidado, se refregó los ojos con una de sus manos, dándose cuenta de que la cabeza le palpitaba y que sentía unas agujetas que le parecía que iban a durar años, literalmente. Los murmullos y sollozos cesaron, por lo que, haciéndose a la luz ambiente, se incorporó con ayuda de unos fuertes brazos que no pudo reconocer hasta que levantó la mirada, observando los ojos ámbar del hombre que tenía algo con su madre.

Con tranquilidad, gruñó brevemente y se acarició las sienes para situarse. La habitación era tan blanca que le dolía solo de mirarla, la camilla era sorpresivamente cómoda y había un gran ventanal a su izquierda. Frente a él, un sofá con una improvisada cama montada allí donde supuso que dormiría alguien que no fuese su madre y aquel hombre, porque estaba seguro de que él no la había dejado quedarse, no en su estado. Ella estaba muy quieta y ahogando sus sollozos, pegada a Mabuchi agarrando su brazo con fuerza bastante notable. Frente a él, donde la cama improvisada, se encontraban Deku, que estaba cubierto de vendas; Uraraka, que tenía algún que otro parche en la mejilla y Tenya, que estaba realmente preocupado. A su derecha se encontraban Mic y Ectoplasm, que le miraban quietos y en shock, al parecer.

El, de vuelta, peliblanco, encogió sus alas estiradas y enormes y gruñó de nuevo, soltando una sonrisa divertida.

- Por Merlín, qué ganas de un maldito café cargadito - dijo con voz ronca, haciendo que la tensión en la habitación se disipara.

Lo siguiente fue un caos. Iida y Midoriya lloraban entre risas, mientras que Uraraka se había abrazado al peliverde para que no pudiera verla llorando, aunque la primera opción había sido abrazar al peliblanco, su madre se había tirado sobre él llorando a moco tendido mientras balbuceaba cosas inteligibles, Tenshi sonreía con cariño y la abrazó, tranquilizándola como si se tratase de un bebé. Mic se sentó en la silla, sintiéndose desfallecer del alivio porque el muchacho, finalmente, parecía estar completamente bien. Ectoplasm suspiró, junto al ojiámbar, para soltar una risilla divertida. 

- Dios mío, Hiro-chan, qué susto me diste - dijo ella entre sollozos, llenando el desnudo pecho de su hijo de gruesas lágrimas. Él, después de tanto tiempo, la estaba dando un abrazo y caricias en el pelo de forma tranquila.

- No te preocupes - se resistió a llamarla de cualquier forma delante de sus compañeros, pues él solía llamarla por su nombre y no quería problemas con nadie en absoluto, no preguntas. -. Ya pasó todo, te dije que estaría bien siempre.

- ¡Tus tutores...! - iba a contradecirle ella.

- Mis tutores negaron nuestra implicación hasta que me permitieron moverme - dijo con suavidad él, captando la atención completa de su madre, que levantó la mirada aún sollozando brevemente. Él limpió sus lágrimas con cariño -. El presidente había hecho su trabajo yendo a buscar ayuda y yo soy la figura más fuerte de la clase, así que les di tiempo, nada más.

- Pero entraste en tu estado azul... - dijo ella poco convencida, era la única vía que no le encajaba.

- Eso fue porque Aizawa-sensei y Trece-sensei estaban muy heridos y me sentí muy enfadado por no poder hacer nada - sonrió tranquilizadoramente el menor, mientras que ella se levantaba de la camilla y volvía a apegarse a Mabuchi.

El ángel de la guarda. (bnha x male!reader)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora