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Cuando me desperté en aquella habitación, una gran sonrisa me esperaba.

Supe quién era.

Al principio de todo esto, pensé que recordaría absolutamente todo, pero me equivocaba.

Las lágrimas del hombre, que me cuidó desde que nací, aparecieron.

Se puso en pie y se acercó a mí muy contento.

Me moví un poco cuando dijo mi nombre. Me quejé al momento al sentir un dolor de cabeza bastante intenso en varias partes de esta. Me mareé por unos cuantos segundos desagradables.

—Sienna, hija, es mejor que no te muevas. Te has hecho mucho daño —dijo mi padre—. Avisaré al doctor para que se asegure de que todo va bien.

Me dio un beso en la mejilla cuando cogió una de mis manos.

Varias pruebas tanto para saber si mi cerebro iba bien como pruebas para saber si mi cuerpo respondía bien.

Todo fue perfecto. Todo salió bien.

El doctor y William, mi padre, me informaron de lo ocurrido, de porqué estaba en el hospital.

Me acordaba de aquel día.

Estaba en una playa pasando el fin de semana cerca de esta. Nadando, las olas me llevaron hacia una gran roca y ya no me acuerdo de más. Perdí el conocimiento pocos segundos después, eso seguro.

Sé que ese día no estaba sola. Alguien estaba conmigo. Un alguien sin rostro.

—¿Sabes quién estaba conmigo? —le pregunté a mi padre ya sentada en la camilla, tocando con cuidado mi cabeza, la cual dolía aún.

—¿No te acuerdas? —me dijo ocultando una sorpresa... Bastante extraña.

Negué y, juraría que una sonrisa apareció en sus labios.

Esa típica sonrisa que vemos en los dibujos animados cuando éramos pequeños. Esa sonrisa que se dibujaba en los labios de un personaje que tenía un mal plan en la cabeza.

Su sonrisa no me gustó. Me dio malas sensaciones al instante.

—Bueno, no hace falta que lo recuerdes ahora. Debes descansar.

—He descansado por... ¿Cuántos días? —pensé un momento contando con los dedos—. Más de una semana.

Mi padre iba a decir algo, pero en ese momento la puerta de aquella habitación se abrió.

El hombre se sobresaltó al oír la puerta. Ambos vimos a la persona que estaba allí.

Un chico de la misma edad que yo, seguro. Melena castaña, ojos alegres y cansados, camiseta negra, una gran sonrisa, mejillas mojadas por las lágrimas.

Un muchacho muy atractivo que solo me miraba a mí con una gran felicidad.

Se le notaba que no había dormido mucho. Su rostro hablaba por sí solo. Tenía unas ojeras enormes.

Una de sus manos sostenía un ramo de flores rosas, blancas y amarillas.

—Sienna, cariño —dijo muy emocionado. Dejó las flores a un lado de la camilla y se acercó a mí ignorando que William estaba cerca de nosotros.

Sonreí un poco para no parecer un bicho raro.

Hice grandes esfuerzos para saber quién era ese chico que me miraba con tanto cariño, con un cariño muy bonito.

No sabía quién era.

Fruncí el ceño cuando tocó una de mis manos. Me habló, pero yo estaba muy confusa como para prestarle atención a todo lo que me decía.

Una storia |Måneskin|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora