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Una semana en aquella casa. Una semana siendo una persona falsa en todo momento. Una semana aguantando las muestras de cariño de mi padre.

Y las cosas del presente me recuerdan al pasado.

Aquella muchacha joven mirando por la ventana de su habitación sabiendo que estaba castigada sin ninguna razón. O tal vez había una razón, pero no tenía sentido para mí.

Mi padre me castigaba porque no soportaba saber que estaba fuera de casa con quién sabe quién, pero siempre, según él, volvería a casa con algo tóxico metido en la cabeza.

La gente de mi edad me haría daño con sus idioteces. No podía estar con ellos, solo comunicarme con estas personas en el instituto.

Injusto, ¿verdad? Bueno, pues esto es lo que tuve que aguantar por culpa de William.

Tuve que estar alejada de toda la vida que tenía que vivir en aquel entonces. Alejada entre libros, hojas llenas de palabras y números, comida asquerosa, gritos e injusticias que me hacían pensar que yo era el problema.

El problema que había criado mi padre. Un hombre con gran fama de ser un buen trabajador en la empresa de un tal millonario que ni él conoce.

Mucha fama buena, pero nadie sabía nada de este hombre de la puerta de su casa a dentro.

Solo yo sabía como era tanto fuera como dentro de casa.

Vi sus dos facetas. Y ninguna me gustó.

Era patético ver su gran sonrisa al saludar a sus compañeros de trabajo o al quedar con sus amigos para tomarse "la última" delante de una menor como yo.

Vi muchas cosas a una temprana edad y, al ir creciendo, me di cuenta de que me había convertido en una chica seria en la vida, pero muy risueña con las personas que me hacen sentir bien, segura.

La gente de mi instituto me miraba mal, pero no solo a mí. Sino también a ese maricón llamado Igor.

Usaban esa palabra para referirse a mi amigo.

Cuando eres distinto, la gente te aplasta con sus miradas o sus acciones.

Y fue ahí cuando vi como le daban una paliza a mi mejor amigo por su orientación sexual.

Mis lágrimas no sirvieron de nada. Tampoco mis empujones.

Igor acabó con la nariz sangrando, dolor en las piernas y en el estómago.

Sentía más cosas, pero no me dijo nada más para no preocuparme.

Ver sangre en su uniforme del instituto ya me asustaba bastante.

Y claro, mi padre no aceptó a mi único amigo en aquel entonces. No lo aceptó por ser tan cerrado de mente, por ser tan imbécil discriminando a los demás con una copa en la mano.

Me sentó mal que William no aceptara a Igor, pero no me importó.

No me importó y empecé a hacer lo que yo quería en realidad: alejarme de sus idioteces y darle sustos de muerte haciéndole saber que no iba a regresar a casa tan temprano como lo hacía siempre.

En más de una ocasión, mi padre dijo que Igor era una mala influencia para mí. Y me lo decía gritando. Veía esa gran rabia en sus ojos tan abiertos, en sus manos moviéndose de un lado al otro mientras gritaba.

Lo que pasaba es que le jodía que su hija se relacionara más y que viviera la vida como una persona de su edad.

Igor me enseñó muchas cosas. Me llevó a muchos lugares de Italia e hicimos locuras como faltar a clase mientras estábamos "sin querer" muy lejos del instituto.

Una storia |Måneskin|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora