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Damiano

Tenerla allí conmigo me alegraba, pero luego me acordaba de nuestro presente: amándola con locura como desde el primer día, pero ella sin ningún recuerdo nuestro.

Y no creo que esté enamorada de mí.

Necesitaba volver a este lugar con ella.

Es nuestro lugar desde que adquirimos esta vivienda, ambos muy felices al saber que, por fin, podríamos tener un lugar secreto en el que podíamos hacer cualquier cosa alejados de cualquier persona que supiera de nuestra existencia.

Hemos estado aquí numerosas veces para escapar del mundo real, de nuestras preocupaciones y de los problemas.

Hemos escapado del mundo real para solo conectar con el nuestro, el cual compartíamos.

Y ahora, al verla allí conmigo, la mirada se me nubla por culpa de las lágrimas.

Esas lágrimas que no quiero que vea.

Sienna me busca acariciando uno de mis brazos. Lo acaricia despacio como si tuviera miedo de mi reacción o simplemente está siendo mi Sienna.

Que bonito es decir mi Sienna.

Soy cabezota, sí. No quiero que me vea así, es por eso que giro la cabeza en dirección contraria.

Me obliga a verla y, cuando nuestras miradas se juntan, sus ojos muestran preocupación.

Mis mejillas están llenas de lágrimas y estas han mojado un poco mi camisa cuando han caído por la mandíbula.

Su mano se mueve más abajo hasta llegar a la mía, la cual entrelaza con la suya apartando sus ojos de los míos para ver por segundos nuestras manos juntas. Luego vuelve a verme a los ojos.

El casi inexistente cigarro se desliza por mis dedos cuando ella lo coge y lo deja en un vaso de cristal, dejando que muera allí dentro.

Ahora es ella la que me guía como yo hice al principio de esta visita.

Nos tumbamos despacio en la cama cuando llegamos a la única habitación de la casa.

Hay una separación entre nosotros, pero ella la hace inexistente cuando se acerca mucho a mí. Tanto que nuestros cuerpos se tocan.

Puedo oler su perfume tan característico al tenerla justamente delante de mí.

Nuestros rostros están separados por unos cuantos centímetros, pero aún así, están muy juntos.

Su mano acaricia mi cuello mientras sigo llorando en silencio, viendo a la chica que amo.

—¿Qué sientes? —me pregunta, pero no tengo palabras para describir lo que siento.

Tristeza, pero también paz al estar con ella en este lugar.

Alegría al tenerla tan cerca de mí. Me siento muy cómodo.

Sonrío un poco y es por eso que empiezo a sollozar.

Juraría que se me oye desde fuera de la vivienda. Ese es mi corazón roto, el cual va recuperándose poco a poco.

Sus caricias me van calmando poco a poco. No puedo decir nada. Si pudiera decir algo, le daría las gracias a Sienna por tratarme de esta manera.

Me siento en casa. Esa casa que sentí tan lejos. Una casa ya inalcanzable.

Inalcanzable porque mis pensamientos me obligaban a creer que esta chica no estaría interesada en mí nunca más. Pensaba que se enamoraría de otra persona y empezaría algo nuevo en otro lugar, lejos de mí.

Me imaginé al amor de mi vida riendo y siendo feliz con otra persona, haciendo cosas similares a las que nosotros mismos hacíamos juntos.

Los pensamientos pueden ser una gran mierda muchas veces. Ojalá alguien pudiera detenerlos.

El amor de mi vida, esa chica que no sabía que tenía un pequeño objeto muy bien guardado, el cual quería dárselo en aquel fin de semana que pasamos juntos.

Pero las cosas cambiaron drásticamente.

Y todo empezó desde el principio.

Todo empezó de nuevo.

No puedo entregarle este objeto. Ahora ya no se puede.

Todo lo que tenía planeado hacer aquel fin de semana se fue a la mierda.

Ahora debo esconder el pequeño metal durante mucho tiempo, o guardarlo para siempre.

Iba a pedirle matrimonio, pero no pude hacerlo.

Mi mano sube por las sábanas hasta llegar a su mejilla una vez que ya no sollozo y que mis lloros han cesado bastante.

No me lo pienso mucho, así que junto nuestros labios lentamente.

Beso a Sienna sintiendo paz en mi interior. Sintiendo esa emoción al estar en casa.

Sienna es mi hogar.

Sus labios se mueven con los míos, de manera lenta.

Una de sus manos mueve un poco mi cuello, diciéndome sin palabras que quiere que esté más cerca de ella, incluso encima de ella.

Me muevo despacio mientras ella se acuesta boca arriba, llevándome con ella.

Nuestros labios se separan para vernos a los ojos.

Ambos serios, pero en su mirada veo tranquilidad y alegría.

Y, como en los viejos tiempos, me aferro a su cuerpo descansando mi cabeza en la almohada, escondiendo mi rostro en su cuello.

Me abraza con fuerza acariciando mi pelo y dándome besos tiernos en la cabeza de vez en cuando.

Allí nos quedamos en aquella paz. Una paz que ambos extrañábamos, o por lo menos yo.

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Holaaa.

¡QUE SE HAN BESADO! AHHHHH.

Esto me pone muy contenta porque, tal vez, estos dos volverán a estar juntos como en el pasado.

Me duele saber que Damiano le iba a pedir matrimonio a la mujer de su vida, pero no pudo porque el accidente ocurrió.

Me imagino mucho lo que sintió al ver a su ángel en esas condiciones. Duele saber el miedo que pasó este personaje a partir de ese día.

¿Pensáis que algún día será capaz de darle el anillo o no acabarán juntos?

Mil gracias por comentar tanto. Los comentarios me alegran muchísimo.

¡Nos vemos!

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