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Damiano

Estar en una habitación y controlar tus sentimientos es algo que no me ha gustado nunca. Pero al menos me ha alegrado el hecho de que mi sobrino haya venido a mi casa después de salir del colegio.

Un niño de 4 años, el más bajito de su clase y el más adorable, claro.

Lleva su mochila a todos lados, una mochila muy pequeña, pero Elliot es aún más pequeño. Así que la mochila le queda enorme.

—¿Tienes hambre? —le pregunto y me presta el mínimo de atención alzando la cabeza, parando de mover unas figuras de animales.

—Quiero galletas. ¿Tienes? —sonríe mucho levantándose del suelo. Deja caer a los dos animales.

—Ven y lo comprobamos.

Corre hacia donde estoy y me coge de dos dedos. Esta es su manera de comunicarse conmigo, solo me coge a mí así de la mano.

Ambos llegamos a la cocina. Abro unos cuantos armarios y veo al pequeño bailando.

—¿Tan feliz estás? —asiente y ríe moviéndose de la manera más graciosa—. Tengo galletas, pero primero comerás una manzana conmigo.

Hace un puchero viéndome, cruzándose de brazos.

—¿Por qué?

—Porque tu papá me dijo que tienes que comer algo más para meter en esa barriguita que tienes.

Corto la manzana oyendo la vocecilla de mi sobrino cantar una canción en inglés que ha aprendido en el colegio.

Sé que la ha aprendido allí porque la letra es muy normalita para un niño de su edad. Aunque sé que sabe algunas canciones que no son realmente adecuadas para él.

Sonríe antes de morder la manzana y ensuciarse la boca con el alimento y sus propias babas.

Intento no reírme al verlo.

Cuando vuelva a comer con él fuera de casa, tengo que acordarme de llevar muchas servilletas y toallitas en un bolso.

Y es solo la manzana. Cuando empiece a comer las galletas, quedará bonito con toda la boca llena de chocolate, también las manos.

Muerdo la otra mitad de la manzana. Me llega un mensaje y compruebo de quién es.

«Acuérdate del aniversario de tu hermano y de tu cuñada.

Luego lloras por las esquinas cuando tienes que quedarte con el renacuajo»

Contesto al gracioso de Igor:

«Adoro a mi sobrino. No digas tonterías.

Le doy más cariño que a ti. Búscate un sobrino y verás lo bonito que es»

—Dami —me llama el pequeño y le presto atención. Sonrío pasando una servilleta por sus labios.

—Dime, dinosaurio.

Sonríe contento al saber que ese apodo le encanta.

Lo mantenemos en secreto. Nadie sabe que ambos venimos del pasado y somos dinosaurios.

—¿La tía Sienna y tú cuando os veis? —paso una mano por su pelo, controlando los pocos rizos que tiene, peinándolos un poco. Tiene el pelo ondulado y es muy bonito. Es igualito al mío y al de mi hermano.

—Nos vimos ayer. Y sigue siendo muy muy guapa —acaba la manzana sonriendo. Puedo ver el alimento masticado en su boca.

—Es guapa siempre. Es una sirena, ¿a qué sí?

Una storia |Måneskin|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora