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Damiano

Risas y más risas. Eso es lo que ha pasado cuando Igor y su invitado bromeaban sobre lo ocurrido en la fiesta que había del Orgullo.

Entre los tantos colores que los rodeaban aquel día, sus manos se rozaron un par de veces. Y eso fue todo.

No ocurrió nada más entre ellos.

Mi amigo estaba muy nervioso cuando su querido amado estaba con él en su casa, olvidándose casi por completo de Sienna y de mí. Solo tenía ojos para este chico.

Digo querido amado como si en realidad lo fuera, pero lo digo sarcásticamente.

Solo son amigos aunque ha habido más de un beso en el portal de este chico. Besos dulces y tímidos mostrando la personalidad del joven que le gusta a mi amigo.

Nunca antes había visto a Igor tan nervioso delante de un chico. Nunca había oído esa risa falsa acompañando a la del muchacho. Una risa escandalosa que, si conoces bien a mi amigo, sabes que es una risa bastante forzada.

Y yo estaba allí sentado al lado de Carlos viendo a Igor junto a Sienna.

Copas de más y bastante alegría en el ambiente. Mi caja de cigarrillos siempre conmigo, fumando de vez en cuando, pero más que en otras ocasiones porque el comportamiento de Igor me producía estrés.

Que yo me alegro mucho por él porque Carlos y mi amigo están de muy buen rollo siempre, pero me estresa el hecho de que, tal vez, no acaben como pareja.

Conozco muy bien a Igor. Este puede pasar días encerrado en casa acompañado de las sábanas de la cama y una caja de pañuelos.

Y no. No penséis mal, que no se la menea mientras está triste. Ni de coña.

Esos pañuelos son para las lágrimas y no para otra sustancia salada.

Suspiro viendo como el humo sale de mi boca.

—Pensé que estarías tranquilo —dice a mi lado Sienna. Sonrío falsamente y ella me da un buen empujón riendo—. Eres insoportable. Solo a veces.

Otra calada y le doy golpecitos al cigarro para que la ceniza caiga en el suelo.

—Es lo que tiene salir conmigo —me acomodo en la barandilla del pequeño bar que ha montado Igor en su casa.

—Eres tan raro —se queja con una voz seria, cruzándose de brazos. Rio al verla así.

—Ven aquí que te como —bromeo.

Abre mucho los ojos como si ella fuera el ser más inocente del mundo.

—A mí no me comes ni en sueños —se queja intentando no sonreír, intentando mantener su postura de mujer seria. Pero dejadme deciros que esta mujer de seria no tiene nada.

—En mis sueños gimes de placer, bonita.

Se sorprende de nuevo y yo aprovecho para seguir fumando un poco más. Tranquilo viendo sus reacciones.

Pero también controlando inútilmente mi cuerpo. Como si pudiera controlar la calentura que me provoca esta mujer.

Gira la cabeza para ver la mesa de piedra en la que los cuatro hemos comido juntos hace un par de horas.

En esta hay varias copas de cristal. Los platos y los demás utensilios ya están limpios y se encuentran en su respectivo lugar, guardados.

—Has bebido bastante, Damiano. No me hables así —dice con una vocecilla medio extraña, intentando ser seria de nuevo.

Deposito el cigarro en el cenicero y coloco mis manos un poco más abajo de sus caderas.

Sienna se sobresalta y ríe tocándome los brazos, intentando apartarme.

Una storia |Måneskin|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora