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Damiano

Un juguete de dinosaurio aparece delante de mí, en la encimera.

Dramatizo mi susto y escucho las carcajadas de mi pequeño sobrino.

—¡Un dinosaurio! —exclamo dejando la cuchara de palo a un lado.

—¡Pero tú eres más bonito! ¡Mi gran dinosaurio!

Ambos gritamos ilusionados, pero esos gritos son detenidos por un suspiro y una voz gruñona.

—No gritéis. No son horas de gritar.

Jacopo. ¿Os lo he presentado?

Mi hermano gruñón que solo sabe vivir amargado quejándose de la vida adulta cuando ya tiene un niño precioso, un ángel que le ilumina cada día del año desde que este pequeño nació.

—¿Te ayudo a pedir la jubilación? Te veo jodido.

Me fulmina con la mirada. No sé si es por sacar el tema de la jubilación o porque he dicho una palabra malsonante.

Elliot se sienta en un taburete azul marino que ha cogido de un rincón de la cocina.

Sigue centrado en sus juguetes mientras su mente de niño pequeño se aleja de la realidad que tiene justamente delante de él.

—¿Qué te ocurre? —le pregunto a mi hermano cuando pasa las manos por su rostro.

Con tan solo verlo, me entra calor.

Quiero arrancarle esa especie de jersey que está utilizando ahora mismo.

¡Es verano y hace mucho calor!

Pero que no se nos olvide que su verdadero amor es el aire acondicionado de cualquier casa a la que va.

—El trabajo me tiene amargado y me duele mucho la cabeza —confiesa. Asiento esperando esta respuesta—. Y lo peor de todo es que dentro de una semana empiezo las vacaciones.

De milagro no se me caen los nuggets de pollo cuando los cambio de bandeja para servirlos después. De milagro porque me he echado a reír.

—¿Lo peor? —pregunto sin poder creérmelo. ¿Quién dice eso cuando las vacaciones están a punto de empezar?

—Necesito tiempo para mí —comenta en voz baja. Alzo las cejas sin entender lo que dice—. Lo necesito, créeme.

Alza una mano sobre la encimera, viéndome a los ojos como si estuviera confesando miles de cosas con tan solo su mirada.

Pestañeo intentando reaccionar. Al fin lo consigo.

—Elliot, cariño —digo llamando la atención de mi sobrino, el cual me ve con ojos muy atentos—, ve al salón que ahora vamos nosotros cuando la comida esté lista.

Sonríe dando un salto para ponerse de pie con sus juguetes en la mano.

¿De dónde he sacado esa delicadeza para hablarle a los niños pequeños?

Cierro la puerta de la cocina una vez que ha salido de aquí. Me giro hacia Jacopo, queriendo respuestas.

Suspira de nuevo como si la vida le pesara en los hombros y le costara seguir con esta.

Parece que le cuesta hasta respirar.

—Escupe todo lo que tengas que soltar —le exijo volviendo a donde están las sartenes al fuego.

—Damiano...

—Soy tu hermano, Jacopo. Puedes contarme lo que sea y lo sabes.

Mira de un lado al otro sin estar seguro de lo que estoy diciendo, pero sabe que todo lo que me diga está a salvo conmigo.

—Venga. Sácalo todo.

Cojo un trozo de una crepe que he cocinado hace unos minutos, deseando probarla.

—¿Voy poco a poco o lo suelto todo rápido? —me pregunta con cierto miedo. Muevo mis hombros haciéndole saber que elija él mismo, pero que se de prisa eligiendo una de estas opciones.

Me llevo a la boca un trozo del dulce y mastico viendo a mi hermano sin parar.

Camina de un lado al otro, desesperado.

Damiano, agárrate que vienen curvas y tú ni te las esperabas.

—Estoy teniendo una aventura desde hace casi un año.

Su voz es tan rápida que casi no lo he entendido, pero sí que sé lo que acaba de decir.

Me quedo sin respiración, literalmente.

—¡Damiano! —exclama asustado al verme en esta desgraciada situación.

Llevo una mano a mi pecho, dándome algunos golpes en esta parte. Toso sin parar, atragantado con el dulce que tanto me gusta. También atragantado por la saliva.

No paro de toser. Siento como varias lágrimas aparecen en mi piel por culpa del atragantamiento.

Mi hermano se asusta tanto que menea mi cuerpo de una manera brusca. Estos movimientos me agobian más de lo que ya el trocito de crepe me ha causado.

Jacopo actúa mucho más rápido y hace lo que tenía que hacer hace unos segundos: ponerme a salvo.

Rodea mi cuerpo por detrás y empieza con la maniobra de Hemlich. En segundos vuelvo a respirar sin ni siquiera necesitar su ayuda realmente.

Escapo de su agarre cuando paro de toser y me sirvo un vaso de agua, el cual bebo rápidamente.

Dejo el vaso en la encimera, este hace ruido cuando choca con la piedra.

Jacopo me ve muy asustado como si hubiera matado a alguien.

Se lleva las manos a la cabeza, tirando levemente de su cabello.

—No me jodas que casi mato a mi hermano. Joder, todo por mi culpa.

—Jacopo...

—Todo por mi culpa. No sé ni porqué he dicho nada. Siempre la jodo.

—Jacopo...

—Siempre es mi culpa —camina rápido y desesperado por toda la cocina. Me da la sensación de que dentro de poco se va a quedar sin oxígeno—. Mi hermano casi se muere.

—¡Jacopo!

Mi grito ha sido tan alto que esta persona ha saltado al oírme.

Estoy seguro de que Elliot también me ha oído. Solo espero que no venga ahora a la cocina.

Me acerco a mi hermano, el cual está temblando cuando cojo sus manos.

Al poco estamos sentados en uno de los taburetes altos que hay delante de la barra blanca de la cocina.

Acaricio sus manos mientras veo su mirada perdida, la cual ni siquiera me ve.

Aprovecho el momento cuando sus ojos están clavados en mi rostro y le digo:

—Cuéntamelo todo.

•••

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Holaa.

Jacopo, ¿qué has hecho? ¿QUÉ HAS HECHO?

Seguro que no os esperabais nada de esto jeje. Ahora sí que va a haber un giro en la trama.

Gracias por seguir leyendo mi libro aunque no actualice muy seguido.

¡Nos vemos!

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⏰ Última actualización: Sep 06, 2022 ⏰

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