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Me arrodillo una vez más delante del inodoro y vomito sintiéndome mal. Muy agobiada.

Todo lo que como, acaba en este lugar.

Mis lágrimas han aumentado estas últimas semanas.

Hace un mes y medio desde que ocurrió el accidente. Todo ese tiempo debajo de este techo porque soy idiota.

Tan idiota que llego a ser engañada por los gritos de mi padre. Bueno, si se le puede llamar padre.

Aún recuerdo los gritos que tuve que oír cuando llegué a casa después de pasar más de un día con Damiano.

Recuerdo el enfado de mi padre. Recuerdo todos los días siguientes en los que insultaba a este chico.

Le tiene mucho asco. Critica su personalidad, su apariencia e incluso algo que no tiene mucho sentido ya que no soy ninguna adolescente y puedo elegir a quien yo quiera: critica las tantas veces que fuma, su olor a tabaco.

Si no le gusta Damiano, es mejor que cierre la boca y me deje en paz, que me deje respirar tranquila.

Pero ni eso he podido hacer. No he podido respirar.

He tenido que aguantar sus enfados sin sentido por el simple hecho de sentirme enamorada una vez más.

Este hombre está muy mal de la cabeza y no me está dando nada bueno. Solo agobios que están acabando con mi propia salud.

Mi estómago acaba doliendo todos los días cuando estoy entre esas paredes. Y el resultado es, una vez más, acabar en el inodoro.

—¡Déjame en paz, joder! —exclamo encerrada en mi habitación recogiendo mis cosas, tirándolas de cualquier manera en la maleta abierta.

—¡Sienna, no te permito que me hables así! ¡Ni se te ocurra levantarme la voz!

Lloro en silencio. También tiemblo asustada. Asustada porque siento que, si consigue abrir la puerta, una de sus manos me proporcionará alguna bofetada, o eso solo será el inicio de los golpes que puede darme.

Estos días he visto como sus manos se convierten en puños para que ninguna impacte contra mi rostro.

Esto está siendo horrible. Lo sé, yo lo sé. No soy idiota.

Tiemblo cogiendo mi móvil, revisando la última conversación que he tenido. Deseo que esté cerca de esta casa.

Tengo miedo. No quiero que me pase nada.

Quiero estar bien. Quiero irme de aquí.

—Por favor, dime que estás cerca. Dímelo, por favor —susurro leyendo nuestra última conversación, la cual es realmente corta. Mis manos tiemblan sujetando el móvil. La vista se me nubla por culpa de las lágrimas.

—¡Sienna, abre la puta puerta! ¡No te lo vuelvo a repetir!

Cojo aire para contestarle, pero un mensaje me indica que está aquí, esperándome.

«Cielo, estoy aquí. Sal ya. Te lo ruego»

Abro la ventana de mi habitación. Saco la maleta como puedo por este rectángulo. Se me hace complicado porque estos días no he comido bien y no tengo muchas fuerzas.

Me siento cansada. Muy cansada.

Por fin puedo depositarla en la hierba que hay en el jardín.

Doy una última visión a mi habitación asegurándome de que no me dejo nada importante allí, en esas paredes que me quitan la vida.

—¡Sienna!

Los golpes aumentan como si esta casa fuera completamente gratis. No le importa romper algo, nunca le ha importado.

Mi ansiedad aumenta cuando oigo que la cerradura de la puerta falla y está a punto de abrirse.

Mi corazón late rápido, asustado. Asustado por culpa de William, pero también asustado porque tal vez no tengo la fuerza suficiente para hacer un esfuerzo y saltar por la ventana alta.

Debo irme ya.

Coloco las manos en esta y doy un saltito, me quejo al notar lo débil que está mi cuerpo. Me ha dolido salir de allí. Las lágrimas me nublaban la vista de nuevo.

La puerta se abre cuando cierro la ventana. Mi miedo aumenta, pero me tranquiliza saber que la habitación es algo grande y no verá que estoy fuera de esta.

Arrastro la maleta con rapidez. Salgo por el portal de la casa y veo el coche.

También veo a mi amigo.

—Cariño.

Rompo a llorar al verlo allí, conmigo. Salvándome una vez más.

Le había dicho que aguantaría en esa casa, pero las cosas empeoraron mucho más que en el pasado. Todo empeoró rápidamente al saber que no iba a jugar conmigo.

Me hice la valiente y la fuerte delante de las narices de William, pero nada acabó bien.

No estaba dispuesta a comportarme como una niña pequeña que obedece cada orden. No estaba dispuesta a aguantar sus idioteces.

Mi amigo me ve con pena, pero no puede hacer mucho en este momento porque tenemos que escapar.

Así que coge la maleta que he traído y la mete en el maletero del coche.

Ambos entramos en el vehículo y conduce rápido, alejándose de allí.

Se aleja bastante para después hacer un movimiento brusco y aparcar el coche de cualquier manera.

Menos mal que en esta calle no pasan muchos coches.

Sale de este y me ayuda a estar a su lado.

Me abraza con mucha fuerza. Me siento muy pequeña al estar a su lado.

Su perfume me lleva a un lugar tranquilo, alejado de los gritos. Un lugar cercano a las risas y las tonterías.

—Eres muy fuerte. Tienes que denunciar ese. Es una bestia.

No digo nada, solo sé llorar contra su pecho, sintiéndome triste, pero aliviada a la misma vez.

Le doy mi móvil y él hace lo que habíamos planeado.

Le da click a restaurar el teléfono de fábrica, mandando todo a la mierda. Mandando cualquier idiotez a la mierda que tenga que ver con él.

Venderé este móvil cuando tenga la oportunidad. No quiero saber nada de este después de todo lo que ha pasado.

Tengo otro móvil dentro del coche del Igor. Un móvil listo para mi nuevo presente.

No sé cuanto tiempo estamos abrazados. Solo sé que me siento mejor.

Gracias una vez más, Igor.

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Holaaa.

Sienna es muy fuerte. Pensó que podía estar más tiempo con William, pero todo empeoró.

Y por fin, buscó a su ángel, a su mejor amigo Igor.

Me emociono al saber lo bonita que es esta amistad. Amo a estos dos amigos.

¡Nos vemos!

Una storia |Måneskin|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora