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Casi me sentí a salvo cuando mis pies volvieron a tocar el suelo de concreto.

Casi.

Después de algunos meses de encierro (no recuerdo cuántos concretamente), las paredes oscuras, el frío suelo, el polvo y el silencio se convirtieron en mi propio mundo aislado, al principio como una jaula insoportable de la que escapar con desespero, pero luego... cuando salí por primera vez, cuando me arrastraron por el pasillo aquél día entre tanta resistencia, lágrimas, sangre y gritos de angustiosa agonía, desde aquél mismo momento yo empecé a considerar este maldito cuarto aislado, oscuro y vacío como el sitio más seguro en donde puedo llegar a estar en este lugar. Así que cuando mis pies descalzos sintieron el rasposo ardor del concreto poroso bajo las plantas, pude respirar tranquilo por primera vez en muchas horas.

Mis manos esposadas con demasiada fuerza detrás de mi espalda son apretadas mientras que uno de los cuatro guardias que se sitúa en formación detrás de mí retira las esposas metálicas con un chasquido seco. Mis brazos caen entumecidos, libres, colgando a los costados de mi cuerpo mientras muevo vagamente las manos para librarme del conocido dolor causado por la presión de las amarras en la sala de extracción; siento un adormecimiento que viaja como incesante hormigueo desde mis hombros hasta la punta de los dedos, y mi cerebro atontado percibe la oscuridad de la sala aislada que yace frente a mí como si esta me estuviese dando una fría bienvenida. A trompicones avanzo hacia el interior, un empujón contra lo alto de mi espalda -regalo de los guardias detrás mía- me hace trastabillar hacia adelante y caer sobre una de mis rodillas, mis piernas adormecidas ceden ante mi propio peso y me hacen tambalearme ante la pérdida repentina de equilibrio, para finalmente dejarme caer de costado sobre el duro suelo debajo. Justo atrás escucho risas burlonas, pero secas y bajas, como quien se mide cuidadosamente a la espera de no resultar demasiado provocador. Si... si, más les vale. Solo se ríen envalentonados por la droga que me corre por las venas resecas y la negrura corrupta que se desliza por las grandes grietas de mis brazos, entrelazándose como tallos de rosales azabache con los moretones y pinchazos desparramados a lo largo de mi piel desde las muñecas hasta los hombros.

Suelto un trabajoso gruñido, apoyando mi antebrazo derecho contra el suelo, esa negra sustancia viscosa se desliza con lentitud por mi piel pálida y percudida, los codos prácticamente al rojo vivo por raspones, roces y el frío, mi espalda y hombros últimamente están teñidos de un enrojecimiento constante, mientras que mis nudillos ya presentan cicatrices y moretones de feos colores amarillentos demostrando que están prontos a desaparecer. El corte más reciente que tengo está en mi pantorrilla izquierda, y arde con cada paso que doy; ya está recubierto con una costra marrón rojizo que tiene mala pinta, pero tampoco es que se molesten en darme atención médica acá abajo, así solo me queda esperar.

Esperar, y esperar.

Es todo lo que hago.

Aunque en el fondo ya no sé lo que estoy esperando.

¿Espero a que alguien venga a buscarme? ¿Siquiera mantengo aún esa esperanza? Si de verdad importara, si de verdad fuese alguien que valiese la pena de ser buscado, ya me habrían encontrado. Él tiene razón, puesto que con la bastedad de recursos con los que los países cuenta, con la cantidad de organismos que existen en el mundo y las millones de personas que pululan ahí aufera, aún con todo a su favor, ¿no logran encontrarme? Quizás simplemente se rindieron. Vieron un peón menos sobre el tablero, pero los peones siempre son sacrificables por las fichas de mayor poder, de mayor importancia, no vale de nada arriesgar un rey o una reina, por nada más que carne de cañón. Ese es mi lugar allá afuera, no más que una triste sombra, o quizás... eso es solo lo que soy acá dentro. Ya no sé lo que significa ser Argentina acá abajo, o allá afuera, el tiempo pasó demasiado rápido y demasiado lento a la vez, si es que eso siquiera tiene sentido. Creo que ya ni siquiera mis propios pensamientos tienen sentido.

REC🔴 [C.H. ARGENTINA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora