𝐂𝐚𝐩𝐢𝐭𝐮𝐥𝐨 𝟏𝟖

46 5 23
                                        

La división de la Quinto se había quedado sin capitán, pero no era un secreto para nadie la relación que mantenía el capitán de la cuarta división con el ex capitán de la Quinto. Para muchos, eso era algo normal; aunque ver a dos chicos juntos pudiera parecer raro, ¿quiénes eran ellos para juzgar? Cada fin de semana, los abuelos de Yarushiro visitaban la tumba de su difunta hija, una tradición que mantenían sin falta. Eran ancianos, es cierto, y aunque el abuelo Thoru había estado algo mal de salud últimamente, siempre se aseguraba de ir junto a su esposa.

—Vaya, comienza a nevar de nuevo —comentó la abuela Shuu, observando cómo los copos de nieve caían suavemente del cielo.

—Las estaciones pasan muy deprisa, así como la vida, ¿no es así, Yarushiro? —dijo el abuelo Thoru, con una mirada reflexiva.

—Sí, abuelo —respondió Yarushiro, mientras limpiaba con cuidado la tumba.

—Ella estaría feliz de que finalmente eres feliz —dijo el abuelo, sonriendo con ternura—. Ahora, agáchate un poco, que eres muy altote —añadió, con un tono juguetón.

El ambiente estaba impregnado de amor y nostalgia, un recordatorio de que, a pesar de las pérdidas, la felicidad y los recuerdos compartidos siempre perduran.

Yarushiro se agachaba un poco más, mientras su abuelo colocaba su mano en su cabeza, un gesto que siempre había tenido. Recordaba con cariño aquellos días en que sus abuelos asistían a sus competencias de judo, junto a su madre. Al abuelo le encantaban los deportes y siempre lo elogiaba, sin duda, su abuelo era como un segundo padre para él. La pérdida de su única hija lo había sumido en una profunda tristeza; un padre que pierde a su mayor tesoro, a la hija a la que deseaba un futuro lleno de felicidad.

Después de arreglar las flores en la tumba, los tres comenzaron su camino de regreso a casa. El abuelo Thoru prefería caminar, afirmando que aún se sentía joven y que no eran tan viejos. Yarushiro y su abuela no podían más que sonreír y estar de acuerdo; sabían que era lo mejor para Thoru mantenerse animado. Aunque la depresión por la pérdida de su hija había pasado, aún la extrañaba, pero sabía que ella no habría querido que se lamentaran por su partida.

Cuando el abuelo Thoru conoció a Nahoya, notó un cierto parecido en su personalidad, aunque omitiendo el vocabulario colorido que solía usar. A Thoru no le molestaba en absoluto, ya que él también tenía su propia forma de expresarse. Era fácil ver por qué el pelirrojo y el abuelo congeniaban tan bien; ambos compartían una chispa de vida que los unía, recordando que, a pesar de las pérdidas, siempre había espacio para la alegría y la conexión.

El camino a casa transcurría en una calma serena. Los abuelos caminaban lado a lado, tomados de la mano, con una ternura que evocaba los días de su juventud. Yarushiro, unos pasos detrás, los observaba con admiración. Era asombroso cómo, después de tantos años, la pareja seguía compartiendo esa chispa de amor intacto. Un amor que parecía eterno, aunque la vida siempre tiene un final, a veces bueno, a veces doloroso.

—Es un atardecer precioso, ¿no crees, Shu Shu? —comentó Thoru con una sonrisa en los labios.

—Hace años que no me llamabas así —respondió Shuu, correspondiendo con una sonrisa cálida.

De repente, Thoru se detuvo en seco.

—Sí, lo sé... —dijo con un tono apagado. Su mirada comenzó a nublarse, y un gesto de incomodidad cruzó su rostro—. Me siento un poco débil.

—¿Thoru? —preguntó Shuu, alarmada, justo antes de verlo desplomarse al suelo.

—¡Abuelo! —gritó Yarushiro, corriendo para sostenerlo entre sus brazos.

Thoru lo miró con los ojos humedecidos.

—No pensé que este sería el momento... —susurró, con lágrimas deslizándose por sus mejillas.

—¡No digas tonterías! ¡Resiste, cariño! —exclamó Shuu, su voz temblando de desesperación.

Yarushiro, con una mano, marcaba frenéticamente el número de emergencias mientras intentaba mantener la calma.

𝓛𝓸𝓿𝓮 𝓒𝓻𝓪𝓴𝓬𝓼Donde viven las historias. Descúbrelo ahora