𝐂𝐚𝐩𝐢𝐭𝐮𝐥𝐨 𝟏𝟗

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El dolor de perder a su alma gemela golpeó a Shuu con una intensidad que ningún corazón está preparado para soportar. Pasar una vida junto a alguien, compartir risas, lágrimas y sueños, para luego enfrentar el vacío de su partida, era un dolor que ardía en lo más profundo de su ser. Thoru, el hombre con quien había construido tantos recuerdos, había dejado este mundo, llevándose consigo una parte de ella.

Para Yarushiro, la pérdida fue igualmente devastadora. Thoru había sido mucho más que un abuelo; había sido su único apoyo, su figura paterna y el pilar que lo sostuvo cuando quedó solo tras la partida de su madre. Entre Shuu y Yarushiro, existía una comprensión silenciosa del vacío que deja una persona tan importante, y aunque el dolor los unía, también los enfrentaba a la necesidad de encontrar fuerza en medio del duelo.

El abuelo Thoru, en vida, siempre enseñó que la mejor manera de honrar a los que partían era vivir. Reír, llorar, levantarse tras las caídas, pero sobre todo, recordar. Vivir no solo por uno mismo, sino también por aquellos que nos miran desde un lugar de descanso eterno.

El día del entierro, la tristeza impregnaba el aire. Shuu, de pie frente al ataúd de Thoru, trataba de asimilar que aquel cuerpo que descansaba ante ella albergó al hombre que tanto amó. Yarushiro, mientras tanto, sentía el peso de otra pérdida irremplazable. Aunque su corazón quería llorar, algo en él le impedía derrumbarse. Había aprendido a ser fuerte, o al menos a intentarlo, aunque esa fortaleza parecía frágil en ese momento.

De repente, una mano cálida tomó la suya, y al girarse, vio a Nahoya, el pelirrojo que siempre había estado ahí para él, incluso en los momentos más oscuros.

—Está bien, Yarushiro, puedes llorar —dijo Nahoya con voz calmada, ofreciéndole su apoyo incondicional.

—Nahoya... gracias —respondió Yarushiro, conmovido.

—Oye, sabes que puedes apoyarte en nosotros. Siempre estaremos para ti —aseguró Nahoya, con una sonrisa leve.

—¿Nosotros? —preguntó Yarushiro, confuso.

Souya apareció detrás de su hermano, acompañado por Muto y, para sorpresa de todos, Sanzu.

—El enano me dijo dónde sería —dijo Sanzu, con un tono más sereno de lo habitual—. Quería presentar mis condolencias.

Yarushiro los miró a todos, sintiéndose rodeado por una calidez que no esperaba en un momento tan oscuro.

—Chicos, gracias... Sanzu, gracias también a ti.

En medio del dolor, Yarushiro comprendió que no estaba solo. Su abuelo Thoru podía haber partido, pero el legado de amor y unión que dejó seguía vivo en quienes se mantenían a su lado, recordándole que incluso en los momentos más oscuros, siempre habría una luz para guiarlo hacia adelante.

Al terminar la ceremonia, Yarushiro y su abuela regresaron al hogar de ella. La tristeza aún pesaba en el ambiente, pero la presencia de los gemelos y Sanzu, que habían insistido en acompañarlos por petición de la anciana, llenaba la casa de una calidez inesperada. La abuela Shuu, aunque agotada, no podía evitar querer atender a los chicos. Se dispuso a preparar algo de beber, pero Yarushiro la detuvo con suavidad.

—Abuela, ha sido un día difícil. Lo mejor es que descanses. Nosotros nos encargamos de todo.

La mujer, con una sonrisa cansada, asintió, pero su mente estaba fija en otra cosa.

—Antes de eso, quiero mostrarles algo —dijo mientras buscaba un álbum de fotografías que guardaba en un estante alto.

Sanzu, el más alto del grupo, notó las dificultades de la anciana y se acercó rápidamente.

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⏰ Última actualización: Dec 26, 2024 ⏰

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